jueves, 25 de junio de 2015

sábado, 20 de junio de 2015

Está rico

Estoy comiendo chocolate por un tuvo que marcharse.

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Lo nuestro

El nudo en el estómago,
las trenzas en el pelo,
el corazón en la garganta,
las flores en el suelo,

los puños apretados,
el roto en las costillas,
las medias sin carreras,
el frío en las mejillas,

el sonido de la puerta,
los pasos que se alejan,
la sangre que no fluye,
los pulmones que se quejan,

las canciones en bucle,
la piel sin cicatriz,
mi cama bien hecha
y tu camisa sin carmín.

viernes, 19 de junio de 2015

miércoles, 17 de junio de 2015

Sin querer queriendo

Lo siento, me mentí en tu vida sin querer.

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Los monstruos

Anoche se me ocurrió asomarme para mirar debajo de la cama y vi que el monstruo estaba llorando. Le pregunté qué le ocurría, pero no supo decírmelo. O yo no supe entenderlo. O ambas cosas a la vez.

Tragué un poco de saliva e intenté tocar su rostro mojado con mis manos temblorosas, pero al parecer el pobre había estado pasando tanto miedo allí abajo que había colocado entre él y el resto del mundo un cristal para que nadie pudiera hacerle más daño. Golpeé suavemente el vidrio y le pregunté si me dejaba entrar, pero en lugar de responder se puso a llorar más fuerte.

Le dije que yo también tenía miedo y que me sentía sola, y que por eso me había asomado, para buscar compañía, aunque solo fuera la compañía de los monstruos que me asustaban de pequeña —esto último no se lo dije, claro—. El monstruo, en lugar de compadecerse y sentir lástima por mí, se indignó hasta el punto de darme la espalda y ponerse a mirar detenidamente el gotelé de la pared, como si le importara realmente la disposición de la pintura. Pero unos segundos después volvió a girarse porque se sentía solo y también buscaba compañía.

Anoche, después de asomarme para mirar debajo de la cama y ver que el monstruo estaba llorando, se me ocurrió tumbarme en el suelo y fijar la mirada en sus preciosos ojos verdes. Entonces caí en la cuenta de que no me era extraño verlo tan solo, pero sí que me resultaba extraño el hecho de no extrañarme por ello.

Me paré a pensarlo un momento y recordé que de pequeña había muchos más monstruos viviendo debajo de mi cama (los suspensos, la oscuridad, la falta de oxígeno, el morir aplastada, la locura, la soledad...). Y por supuesto ninguno de ellos se cubría tras un cristal porque la única que tenía miedo era yo —de ellos.

Volví a hablar con el monstruo y le pregunté si lloraba porque todos los demás se hubieran ido sin él, pero no quiso contestarme. Le pregunté por qué no se iba él a buscarlos y dijo que no podía, que estaba encerrado para siempre en ese oscuro lugar de debajo de mi cama. Me dio tanta pena que empecé a golpear fuertemente el cristal para ayudarlo a salir.

Ni siquiera le dio tiempo a gritar. Comenzó a desfigurársele poco a poco el rostro y se cayó en pedazos hasta fundirse con el suelo como el queso en los macarrones. No sé quién de los dos se quedó más sorprendido, la verdad, pero yo fui la única que se quedó para verlo desaparecer del todo. A lo mejor se ha ido a buscar a sus viejos amigos, pensé, ya que he logrado romper el cristal que se lo impedía.

Estuve toda la noche esperándolo, pero no volvió.


Desde entonces soy yo la que duerme debajo de la cama.

viernes, 12 de junio de 2015

miércoles, 10 de junio de 2015

Se ruega silencio

Seguro que el amor de mi vida estaba en la biblioteca y no me ha dicho nada porque hay que estar en silencio.

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Las personas son muros

Algunas tienen puertas por las que pasar sin dificultades. Las atraviesas sin hacerles daño y ellas te lo agradecen. A otras tienes que saltarlas por encima o no te dejarán pasar. En otras cavas un agujero. A otras simplemente las intentas rodear para no tener nada que ver con ellas.

Un vaso de agua

Estoy tomando tantas decisiones, que al final voy a morir de sobredosis.

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martes, 9 de junio de 2015

viernes, 5 de junio de 2015

jueves, 4 de junio de 2015

Cortarse las penas

Ojalá fuera lo suficientemente pequeña como para poder morir ahogada dentro de un vaso de agua. O de té recién hecho o de Coca Cola desventada. Tan pequeña como para poder atravesarme el vientre con una aguja y morir ahorcada con un simple hilo de coser. Tan diminuta como para ahogarme dentro de un dedal lleno de lágrimas y lo suficientemente minúscula como para esconderme debajo de un botón.

Ojalá pudiera coserme botones de colores en los ojos para no ver más allá de mis propios pensamientos. Pensar que todo va bien y no tener la capacidad de destaparme los ojos para comprobar que en realidad todo va de mal en peor. No ver que ya no es hora de dormir, que aún no estoy vestida, que hay que cumplir con unos horarios previamente mal establecidos; no ver tu ausencia, no ver mi soledad.

Ojalá pudiera estar sola sin que nadie me juzgara por el simple hecho de estarlo. Poder estar triste y llorar silenciosamente en la biblioteca sin sentir que molesto. Destapar esta tristeza y mostrarle al mundo estas ganas de morir que me inundan cada día. Explicar a los demás que quiero morir joven y que me dejen en paz, que ya no me queda vida guardada, que ya la he gastado toda y que no quiero comprar más.

—¿Qué quieres ser de mayor?
—Un cadáver.

martes, 2 de junio de 2015

lunes, 1 de junio de 2015