He vuelto a fumar como el marido
que mira de reojo el armario mientras le pregunta a su mujer por qué ha llegado
tan pronto, como una prostituta que espera tener suficiente dinero como para no
tener que ir a trabajar también esa noche, como el adolescente que se encuentra
un paquete de tabaco tirado en el parque, como la que ve venir de lejos su
autobús.
He vuelto a fumar en el baño, en la
mesa y en la cama. El cigarro de después de llorar; el cigarro de después de
escribir; el cigarro de después de convertirme en polvo y desaparecer junto con
todo lo que he perdido alguna vez y mi madre no ha encontrado.
No me gusta hacerme daño por si
parece que estoy pidiendo ayuda y vienes a salvarme solo por cortesía y no
porque quieras de verdad; pero a veces me hago daño y grito y lloro y rompo y
exploto en tantas piezas que es imposible montar el juguete incluso siguiendo
las instrucciones.
La caja de herramientas ya no
contiene los besos que hacen falta para soldarme estos huesos de pájaro en mano
que ya no quiere volar. Ni las caricias que colocan en su sitio uno a uno todos
los órganos de mi cuerpo de muñeca de trapo que ya no quiere jugar. Ni los
abrazos capaces de pegar las alas de todas las mariposas que han muerto desde
que te fuiste. Y porque te fuiste tampoco existen las avispas, los escorpiones
o las arañas que venían a mi boca cada vez que te besaba y no eras tú.
Te he estado buscando en todos los
chicos que cogen el tren en la misma estación en la que nos cogíamos nosotros
de la mano. He buscado tu sonrisa en verano, el sonido de tus pasos en otoño,
tu cálido abrazo en invierno, tu aroma en todas las flores que se llaman como
tú. Pero cada vez que te encuentro es sólo porque te me has metido en el ojo.
Te he buscado en el parque, te he
buscado en el centro comercial, te he buscado en objetos perdidos, te he
escrito en mi diario, te he inventado en las canciones que antes no me
gustaban, te he oído en mis sueños, te he creado en el asiento vacío del metro,
te he sentido entre mis dedos, pero nunca estabas ahí.
Así que he vuelto a fumar como si
aún no te hubiera conocido. Como si no quisiera conocerte. He matado el último
cigarro de después para no ser yo la única que se consuma y ver así si hay vida
más allá de ti, más allá de buscarte, más allá de echarte de menos y no saber
en qué bolsillo de qué chaqueta estás.
Y claro que la hay,
pero no me interesa.