lunes, 29 de febrero de 2016

No todo es tan terrible

Hay ciertas ocasiones en las que el cerebro me permite no tener miedo. No tiemblo, no me agito, no sudo, no tartamudeo. Hablo. Estas ocasiones se me presentan como un regalo divino de manera aleatoria. A veces en una exposición de clase que sé que puedo hacer bien, otras cuando me paran para preguntarme la hora, casi siempre cuando me rodeo de mis primos "pequeños", algunas cuando estoy medio desnuda y perfectamente acompañada en una cama ajena. No son como esas oportunidades que puedes saber aprovechar o limitarte a perder. No tengo esa opción. Nunca es una bifurcación en el camino. Al igual que cuando siento miedo, es el cerebro por sí solo el que decide sin preguntarme. Así que, en estas ciertas ocasiones bajadas del cielo, soy una chica normal que habla, sonríe y se relaja.

domingo, 21 de febrero de 2016

Soy esa chica que se sienta en ese banco de madera y observa

Contemplo a los hombres que miran el reloj, contemplo a las madres que tiran de sus hijos, contemplo a los que fingen llevar una vida sana por salir a correr todos los martes. A veces saco un libro de mi bolso y leo. Subrayo un par de frases, señalo una página, memorizo un diálogo. Y después continúo admirando el paisaje. La joven pareja que camina agarrada de la mano, el anciano que pasea con su nieto, el chico que no sabe si venir a saludarme o girar a la derecha. Soy esa chica que lleva consigo una libreta de tamaño mediano. Escribo lo bien que se está en silencio y lo agradecida que le estoy al chico por haber decidido girar a la derecha. Era bastante guapo; esta noche soñaré con él y mañana al despertar ya lo habré olvidado. Me fijo en los pequeños detalles, en los gestos. En ese movimiento de muñeca, en esa tos, en ese fruncir el ceño. Para olvidarlos en cuanto encuentre otra cosa que me llame la atención. Me gusta mirar cómo corren los perros, pero solo los acaricio si se me acercan directamente. También sonrío a los niños. Ellos me devuelven la sonrisa como si la necesitara y yo finjo no ver a los padres así como he fingido no ver a mi antigua compañera de clase, a mi primo por parte de padre o al chico que esta noche soñará conmigo y mañana al despertar ya me habrá olvidado. Porque yo soy esa chica que se sienta en ese banco de madera y de verdad espera que nadie la observe.

jueves, 11 de febrero de 2016

En la riqueza y en la pobreza

No quiero a alguien que quiera que me cure, sino a alguien que quiera estar a mi lado en la enfermedad.

tuit

lunes, 8 de febrero de 2016

el tejado

Hoy me he mirado al espejo y me he dicho que lo siento, pero que no puedo. El mundo es demasiado grande para mí. No me cabe en la boca.

Tampoco me caben en la boca todas las cosas que quiero decirte. Por eso las devuelvo sobre las hojas. Las hojas caducas de los árboles de otoño. Las hojas perennes de los árboles frutales. Las hojas del color de mis ojos.

Soy un árbol con un amplio repertorio de flores. Mis raíces abarcan casi todos los parques. Desde mi copa se ve el horizonte de más allá del horizonte de más allá de las montañas. Soy un campo de minas. Pero minas que no quieren explotar por mucho que las pisen.

sábado, 6 de febrero de 2016

las paredes

Me siento en el frío suelo de granito y le doy la espalda a la ventana. Tengo una habitación con vistas a una habitación desde la que se ve la espalda de mi cuerpo desnudo. He abierto de par en par. También se han corrido las cortinas. A veces me giro y lo miro a los ojos. Me lo imagino pensando en mí mientras se baja los pantalones. Su ropa interior suele ser oscura. La mano izquierda sobre el cristal, húmedo de vaho y saliva, justo al lado de la boca. Nos tenemos en frente. Podríamos tocarnos si no fuera por el abismo que separa los dormitorios. Los labios saben muy bien de lo que hablo. Los ojos en blanco, la temperatura en aumento, la respiración. Entrecortada. Llegamos al orgasmo de la mano y susurramos el primer nombre que nos viene a la cabeza. Después me ruborizo y vuelvo a darle la espalda a la ventana. ¿Qué estás haciendo, sara?

Pienso en N.

Derramo un par de lágrimas y me masajeo el rostro con ellas. Él sigue mirándome. Ya se ha abrochado los pantalones.



Escribo.

jueves, 4 de febrero de 2016

el pavimento

A veces me siento tan pequeña que creo que si volviera al colegio no destacaría entre los demás niños. Tan pequeña que necesito que me cojas de la mano para cruzar la carretera. Tan minúscula que seguro que cabría en la palma de la mano de la niña a la que coges para cruzar la carretera.

A veces me siento tan diminuta que creo que si me columpiara entre los cabellos de la chica que no se sienta nunca en el autobús nadie se daría cuenta. Tan mínima que si me pisaran ni siquiera bajarían la vista al suelo al tiempo que alzan el pie. Tan microscópica que si me pisaran ni siquiera yo lo notaría.

A veces me siento tan imperceptible que creo que es mentira. Tan ínfima que me vuelvo paranoica y os creo a todos capaces de cosas peores. Tan invisible que desisto.

Desisto.

Pero siempre aprovecho mi inexistencia y termino volviendo sin que se note que me he ido. Vaya.

miércoles, 3 de febrero de 2016