viernes, 30 de junio de 2017

(pensamientos al azar)

creo que es importante saber diferenciar personas feministas de mujeres poderosas. que seguramente las segundas sean también primeras pero las primeras son muchas más que las segundas. creo que sería capaz de enamorarme de un robot pero jamás lo utilizaría con fines sexuales. el verbo utilizar también es importante porque un robot no puede sentir placer y yo no puedo utilizarlo para el mío propio si no puedo ofrecérselo a él. creo que a las personas les encanta ser víctimas y por eso siempre te dicen que lo tuyo no es para tanto. porque las víctimas son las verdaderas personas fuertes y valientes y ser fuerte y valiente está sobrevalorado. últimamente me duele el cuello. creo que es por lo mal que duermo. o no. el caso es que me he quedado sin hojas ni libretas y no tengo dónde escribir. aunque esto no es tan importante.

miércoles, 14 de junio de 2017

Ya nunca estarás sola

Ella se sienta a su lado e intenta convencerla de que va a morir sola. Pero resulta que ya se convenció de ello antes de conocerla. Y cuando la conoció comprendió que jamás volvería a estar sola. Porque inmediatamente supo que ella nunca la abandonaría.

Acaba de llegar al mundo y todos la miran. Todos adoran a la pequeña mientras aún tiene la poca edad como para considerarla graciosa. Luego la observan con lupa para distinguir y señalar sus rarezas y sus torpezas. Ya desde tan minúscula sabe cómo se sienten los animales en el zoo.

Tiene tres años y sufre su primer abandono. Los primeros en acogerla serán también los primeros en humillarla públicamente. Llora a todas horas y la llaman llorona. Llora en todas partes y nadie la consuela.

Tiene ocho años y está en catequesis. Hay que hacer caso a los mayores. Hay que rezar antes de dormir. Hay que confesarse para ir al cielo. Mentir está mal. Mentir está mal, pero a ella le mienten. Le mienten a pesar del caso que hace. Le mienten a pesar de lo mucho que reza, de rodillas, enfrente de su cama, por las noches. Le mienten a pesar de que se confiesa con el párroco de la iglesia. Mentir está mal, pero a ella le dicen que posee un alma inmortal. Le dicen que cuando fallezca, ya de vieja, si se ha portado bien, su alma permanecerá intacta en el cielo. De manera permanente. Así que ella se imagina a sí misma en forma de espíritu, en el cielo, con la piel arrugada, fea, canosa y un poco chepada, tal y como estaría si muriera de vieja, y no le gusta. La espanta pensar en pasar toda la eternidad con ese aspecto. El aspecto de su vieja catequista, la que se encarga de mentirle todos los miércoles por la tarde diciéndole que posee un alma inmortal. Y empieza a convencerse a sí misma de que no durará mucho. Decide en secreto que morirá a los veinticinco, cuando su belleza alcance su cénit, y pasará la eternidad joven, fuerte y resplandeciente.

Tiene doce años y toda la culpa. El rostro de enfado de la madre al ver que su niñita, su polluelo, su estúpida cría, la que llora a todas horas, ya es, inevitablemente, lo que conmúnmente se llama una mujer. La burla del padre vendrá unos minutos más tarde. El color burdeos se convertirá a partir de ese momento en su color favorito.

Tiene catorce años y la vida se tuerce. Llegan los deseos de ser madre y el terrible miedo a, si muere, como lo planeado, a los veinticinco, no serlo. Se imagina dando a luz a una niña noche tras noche. Se imagina con un bebé en brazos día tras día. Se imagina. Se imagina tantas cosas que se presiona a sí misma y llega la eterna virginidad. Respira hondo y cambia el plan inicial de morir a los veinticinco. A partir de entonces, los veinticinco no señalarán la muerte, sino la concepción. A partir de entonces, los veinticinco serán la edad en la que sea madre.

Tiene quince años y quince pastillas en el estómago. No desea la vida. Se imagina a sí misma muerta sobre la cama. Cree fervientemente que a la mañana siguiente sus padres irán a despertarla y encontrarán su cadáver. Esa noche duerme mejor que nunca. Esa noche duerme feliz. Pero a la mañana siguiente despierta decepcionada. No lo sabe, pero seguramente ella ya esté a su lado. O esté a punto de presentarse.

Tiene dieciocho años y ha perdido a sus amigos. Pero no está sola; sabe que ella está a su lado. No sabe desde cuándo (quizá desde los quince, quizá desde siempre, quizá desde hace poco), pero sabe que está allí con ella y que nunca la abandonará.

Tiene veinte años y por primera vez en su vida ha sentido deseos de yacer con un hombre. No es la primera vez que se enamora, pero sí la primera vez que descubre que su aparato reproductor no está muerto. Como mucho agonizante, moribundo, muy cansado. Pero parece que se mueve, ¡ruge! La pega es que él está al otro lado de la pantalla y el eclipse no se vuelve a producir. No es feliz. Hace tiempo que ya no lo es. Está hecha un lío. No sabe si hacer caso a su yo de ocho años o a su yo de catorce, así que traza un nuevo plan que dicta que, si a los veinticinco no se queda embarazada, a los veinticinco se suicidará. Los astros apuntan a que será esto último lo que terminará ocurriendo.

Tiene veintitrés años y cada vez la obsesiona más la idea del suicidio. Se imagina a sí misma clavándose un cuchillo en la garganta. Lleva ya seis o siete años haciéndose cortes en las muñecas y hace un tiempo ha empezado con el resto del cuerpo. Se esfuerza en esconder las cicatrices pero está cansada de hacerlo; de todas formas, nadie las ve. Hace tiempo que han dejado de fijarse en ella salvo para burlarse o gritarle cuando hace algo mal. Se imagina a sí misma muerta por sobredosis y a veces lo intenta. Le duele la barriga y vomita. Tiene miedo de habituar su cuerpo. Tiene miedo de no morir. Pero también tiene miedo de hacerlo. Es entonces cuando ella se sienta a su lado e intenta convencerla de que va a morir sola. Pero resulta que ya se convenció de ello antes de conocerla. Y cuando la conoció comprendió que jamás volvería a estar sola. Porque inmediatamente supo que ella nunca la abandonaría.

viernes, 9 de junio de 2017

estoy segura de que la recepcionista me odia (o quien sea que se dedique a llamar)

Te vuelven a llamar y no estás en casa.

Te has ido a leer al parque porque no

te gusta estar en casa.

Te vuelven a llamar y acabas de coger el autobús por los pelos.

Te sientas en el lado derecho, que es donde da más el sol, porque

te apetece leer con el sol dándote de lleno porque

te sientes sola

te sientes triste

te sientes estúpida y quieres que alguien

te dé algo suyo y el sol

te da de lleno cuando

te sientas en el lado derecho del autobús dirección a Valencia.

Te vuelven a llamar y ya

te has ido.

Te vuelven a llamar y nadie lo coge porque tú

te has ido. Tú

te has ido. Tú

te paras a pensar en si vale la pena seguir con toda esta mierda y

te respondes a ti misma que no.

Te vuelven a llamar y ya estás muerta.

domingo, 4 de junio de 2017

L (vol. III)

Estamos en la cima del mundo. Podríamos extender la mano hacia arriba y tocar el sol, pero él prefiere tocarme a mí.

Se deshace de mi ropa como el viento se deshace de las hojas de los árboles. Para él sólo soy la madera que toca cuando todo lo demás le falla y él necesita sentir que aún no se le ha acabado toda la suerte.

Sabe que sigo enamorada de él. Y yo sé que él tardará un tiempo en olvidar eso que siente por mí. Pero de lo que aún no he querido darme cuenta es de que él siempre tiene un plan B por si le fallo. Y él no quiere aceptar que por mucho que lo intente yo jamás podré corresponderle. Estamos destinados al fracaso.

Estamos en la cima del mundo y seguimos juntos

Creo ingenuamente que ha vuelto a casa. Faltan cinco días para que termine febrero y soy su casa de verano.

Nos fundimos en un beso apasionado en el que no hay amor. Sólo desesperación.

Podría extender la lengua hacia el cielo y quemármela con el sol, pero la deslizo hacia el centro de su virilidad.

Soy un cordero recién nacido recibiendo por primera vez el néctar que lo mantendrá con vida por un tiempo.

Cada vez me falta menos para saber que jamás volveremos a vernos. Que a partir de entonces seremos dos desconocidos que fingirán no haber compartido nunca nada de lo que ahora comparten. Pero de momento seguimos en la cima del mundo. Y no hace falta precipitarse para llegar al suelo.

Nos alimentamos mutuamente como dos amantes. Como dos amantes que no se ocultan nada. Como dos amantes que se comparten enteramente.

Y si él tuviera más paciencia... podría llegar a dárselo todo. Pero está a punto de marcharse.

Pasarán años antes de que deje de pensar en él. Porque el olvido es paciente y no tiene prisa.

Él nunca revelará mi secreto.

Yo nunca lo creeré capaz de hacerlo.

Pero seguimos en la cima del mundo. Y nuestra risa se oye desde todos los rincones de La Tierra.

No tarda en darse cuenta de que entrar en mi vida no depende de mí. No controlo las aduanas de mi cuerpo. Sólo puedo desear una cosa y desear que esa cosa se cumpla, pero no cumplirla.

El breve acercamiento que habíamos experimentado no tarda en desaparecer. Como lo hará él en unos momentos.

Me gusta estar en la cima del mundo con él porque no me da miedo. Sé que es incapaz de empujarme. Sé que lo echaré de menos.

Estoy sangrando. Pero lo que me duele es la despedida.

jueves, 1 de junio de 2017

Cómo explicarles el vacío que me invade cada vez que me dirigen la palabra

que soy incapaz de dejar de pensar en una vida que no tengo, en un lugar en el que no puedo vivir, en un trabajo que no puedo realizar, en unos hijos que puedo tener. que casi siempre estoy haciendo fuerza para no echarme a llorar.

quiero ser sincera, pero cómo hacerlo ante alguien que no quiere escuchar una verdad incómoda. cómo hacerles entender que si estoy viva es porque me da miedo la muerte. cómo hacerles entender que si me escondo es porque no soporto que me echen. porque sé que nadie puede amarme como yo quiero que me amen. porque sé que nadie quiere jugar con una muñeca rota.