miércoles, 24 de enero de 2018

carta a una desconocida que bien podría ser mi madre y bien no



Mamá, he vuelto a cortarme el pelo, pero ni siquiera lo has notado. He llorado mientras fregaba la cena de anoche y tú preparabas la comida de hoy. He roto un plato tras otro hasta certificar que la torpeza forma tan parte de mí como la ignorancia de ti. Porque ni siquiera has notado que lloraba. Porque ni siquiera has notado que rompía otro plato. Porque ni siquiera estabas allí.

En mi cabeza las cosas no son como lo son fuera de ella. A veces me siento tan sola que necesito que la culpa sea de los otros. Los otros me ignoran, los otros me odian, los otros me abandonan. Pero la llave de la puerta siempre la he tenido yo. Y además siempre echo el pestillo cuando entro en el cuarto de baño —cosa que odias, cosa que nadie más hace— y os impido entrar por si acaso me descubrís contemplando en glorioso silencio mi triste rostro en el espejo.

Mamá, no puedes ayudarme. Los amigos no pudieron, los profesores no pudieron, los médicos no pudieron. ¿Cómo vas a poder tú?

Cada vez que me sacan sangre me desmayo, pero mi miedo es a que vean mis muñecas. A que vean que sigo jugando con ellas. Como cuando tenía siete años y las cortaba. Cortaba sus cabellos y no les pedía perdón.

Mamá, ojalá nunca leas esto. Porque nunca sabría cómo justificar toda esta bilis. Nunca sabría cómo explicar todo este odio, cómo pedir perdón. Porque a mí nunca me lo han pedido. Porque a mí nunca me han pedido nada que estuviera dispuesta a dar sin derramar de paso unas lágrimas.

Me encuentro tan cansada últimamente...

Soy un gato atropellado en su sexta vida: esta vez va en serio. Tengo que hacer algo con el tiempo que me queda, antes de que vuelva a arrollarme la triste realidad y me dé de lleno en la esperanza. Pero el espejismo de una vida mejor dura tan poco, mamá, que apenas me da para salir de la cama.

Ha amanecido como siempre, a la misma hora que siempre, con la misma velocidad que siempre, y yo me lo he perdido. Tampoco yo tengo la culpa. Todo se mueve demasiado rápido, todo es demasiado grande. No soporto esta opresión.

Mamá, he vuelto a cortarme el pelo. Pero sólo porque he vuelto a confundirlo con la yugular.

sábado, 20 de enero de 2018

Lo que te hacía especial



Este sentido egoísta de querer sacar provecho y consuelo de lo más oscuro

Lo que queda enterrado, Carmen Martín Gaite

Me extirparon un lunar de la espalda

Excavaron y excavaron los piratas
creyendo que encontrarían un tesoro
y resultó ser sólo un meteorito

Ahora tengo un agujero a la orilla de la playa
Ahora tengo un océano en mitad de la montaña

Desde que tengo edad para beber
bebo menos
—mentira—
Desde que tengo edad para beber
me escondo más
—perdona—
Desde que tengo edad para beber
no me importa hacerlo
—sola—

Por eso ahora me siento rara
Bebiendo a morro de la botella mientras dejo que me limpien
la herida de la espalda

Duermo de lado apoyada sobre mi costado izquierdo mirando de frente al precipicio
El cabecero de mi cama da al norte y durmiendo boca arriba fue como aprendí los puntos cardinales
Ahora un cardenal intenta devolverme la fe por los cirujanos

—los médicos curan heridas los médicos recetan remedios los médicos sólo quieren ayudar—

Pero me extirparon un lunar que no me había hecho daño
Me causaron un dolor innecesario por si acaso alguien tenía pensado causármelo después

Ahora la isla ya conoce la cruda realidad:     las personas duelen
Ahora la inocencia no volverá a pisar este páramo

jueves, 18 de enero de 2018

este poema parece incompleto porque yo estoy incompleta



Qué brotará de mí.
Qué es este dolor.

Contemplo el hilo rojo que me conecta con el nido que jamás será fertilizado.

Qué brotará de mí.
Qué es este dolor.

Es la ausencia del hombre en mi piel.
La ausencia del llanto en mi pecho.
La ausencia de las contracciones del parto.

Qué brotará de mí.
Qué nacerá en este páramo.

Algo está emergiendo y me hace daño.

Qué brotará de mí.
Qué es este dolor.

Es la risa que ha huido de todos los patios de colegio.
Los huesos que ya no se rompen en el parque.
La desaparición de todas las abejas.

Qué brotará de mí.
Qué es este dolor.

jueves, 4 de enero de 2018

no tengáis ansiedad social

— no sintáis el deseo de salir corriendo en dirección contraria con forme os acercáis a esa vieja amiga de la infancia — coged esas ganas de arrancaros la piel a tiras cuando os hacen una pregunta, esas ganas de haceros el harakiri cuando os llaman por teléfono, y lanzadlas lo más lejos que podáis — no sintáis el impulso de romper cada hueso de vuestro triste cuerpo cuando os toca salir a hacer algún recado — no tengáis miedo de alcanzar la meta que os habéis impuesto por si luego se da el caso de que la gente se alegra de verdad de que lo hayáis conseguido o por si resulta que a nadie le importa — no le deis tantas vueltas al porvenir

porque entonces nunca llegaréis lejos

porque entonces no tendréis derecho a ser felices