lunes, 23 de julio de 2018

escritoras

No sé de dónde he sacado esta obsesión por la literatura. Esta hambre insaciable por leerlo todo. Llevo cuatro años sin hacer otra cosa que sumergirme en la lectura. Pido perdón por no salir de los libros. Pero, veréis, resulta que todos esos árboles convertidos en páginas mecanografiadas han tenido una mejor vida que la mía y, veréis, resulta que yo también quiero participar.

Un día me di cuenta del problema. Yo era una mujer. No podía entenderlos no podía compadecerme de sus almas no podía meterme en su piel.

Ellos podían penetrar mi cuerpo pero yo no podía meterme en su piel.

He ido levantando altares con forme leía. Fornicar con muertos está mal pero pensar en ellos en la intimidad no supone un problema. También he amado a los vivos. He besado las páginas recién dadas a luz he besado las portadas con sus nombres grabados. He ido adorando cada mano que ha ido dibujando cada palabra. He ido adorando cada palabra que ha ido saliendo directa de cada garganta.

—Decidle a mi padre que he pedido perdón por no salir de los libros—

Pero ellas se han llevado la mayor parte de mí. Sólo en ellas he podido descansar. Sólo en ellas he podido identificar mi cuerpo, tocar mi cuerpo, diseccionar mi cuerpo. Sólo en ellas me he aprendido de memoria, he palpado cada órgano del que me compongo, he absorbido cada gota que hay en mí.

—Pero no le digáis lo que pienso de los árboles—

viernes, 6 de julio de 2018

Tengo una voz para el hambre

Una voz que hace eco desde mi estómago. Una voz para cuando quiero pedirme auxilio, una voz para cuando quiero pedírselo a otros. Tengo una voz para cuando salgo de fiesta, otra más débil para los discursos, una voz que pide a gritos morrearse con la botella (porque los cubatas son tan de adolescentes...). Tengo una voz para decir lo siento y otra para sentirlo de verdad. Una voz para cuando olvido el paraguas en casa y el hombre del tiempo acierta. Una voz para cuando siento náuseas, una voz para cuando me duele la cabeza, una voz para cuando la lluvia soy yo. Tengo una voz para cuando no puedo dormir, otra para cuando pongo en bucle una misma canción, una voz para cuando me aprendo la letra, una voz para cuando canto bajo los chorros de la ducha. Tengo una voz hasta para cuando le haga caso a mi padre y me saque el carnet de conducir. Pero ninguna para decirte que te quiero.

lunes, 2 de julio de 2018

Me gustaría decirle que lo amo

Aunque no sea amor lo que siento porque lo que siento no se puede describir con palabras y amor es ya una palabra y este cosquilleo no tiene sílabas, no se puede verbalizar, es imposible encontrarlo en el diccionario. Me gustaría decirle que la piel se me eriza y el pecho se me expande y el vientre me tiembla y tiembla y tiembla y tiemblan las letras en esta boca que me dicen que es pequeña cuando digo su nombre. Pero al menos no tengo el paladar estrecho, les replico, al menos no tengo el paladar estrecho y puede la lengua bailar libremente cuando otra lengua viene de visita. Pero esta boca pequeña minúscula partícula subatómica de paladar concordante es un cachorro bajo la lluvia al lado de la carretera. Me gustaría hablarle de este miedo y que él me abrazara y me dijera que todo va a estar bien aunque no fuera cierto. Que la lluvia son pétalos de rosa, que los coches van a esquivarme, que todo va a estar bien. Me gustaría decirle que el tiempo no depende de lo cerca o lejos que una esté del campo gravitatorio sino de la distancia que nos separa. Que las horas me pesan en los brazos y la aguja del reloj se ralentiza cuando no me toca y los días son terriblemente interminables cuando él no está. Que desde que no lo conozco no sé para qué quiero este cuerpo, para qué esta piel que lo recubre, si nadie va a acariciarlo si nadie va a mimarlo si nadie va a decirle, a mi cuerpo, mi frágil cuerpo, que la lluvia son pétalos de rosa, que los coches no van a atropellarme, que todo va a estar bien, Sara, todo va a estar bien.