viernes, 31 de agosto de 2018

breves apuntes sobre una improbable curación



Es evidente que no estás bien. Se nota.

Las palabras no me impactan tanto como deberían.
No es la primera vez que las escucho.

I

Ve al psicólogo para que te confirmen lo que ya sabes. Que no se puede estar tan triste. Que a estas alturas ya deberías haber hecho algo con tu vida. O al menos haber plantado la semilla que en breve brotará. Que hay que relacionarse con los demás seres humanos. Que lo normal es querer vivir. Que estás enferma. Que nadie te puede curar.

II

Intenta explicar qué te pasa. Repite tu problema como el creyente el canto de su rosario. Date cuenta de que no sirve de nada. Llora. Llorar es una de las pocas cosas que no te dan miedo. Sal de la consulta peor de lo que estabas.

III

Rellena el cuestionario que te ofrece y cuestiona en silencio su forma de proceder. Contesta vagamente sus preguntas. La mayoría de ellas ni siquiera debería hacértelas. Están fuera de lugar. Pero no protestes. Finge que su método funciona para poder irte antes a casa.

IV

Invéntate tu propia terapia. Espera a que tu terapeuta te pida exactamente lo que ya te habías pedido tú antes. Satisfaz su deseo y no le digas que vas un paso por delante de ella. Ahora ya sabes que tu propia terapia tampoco funciona.

V

Abandona la terapia. Abandona la terapia y admite el miedo a lo desconocido. Admite que es mejor estar enferma de algo a lo que ya te has habituado que estar sana y volver a tener que acostumbrarte a tu nuevo yo. Huye como haces siempre y escóndete donde nadie pueda encontrarte. Porque de todas formas: ¿qué sentido tiene todo esto? ¿Tienes algún plan para después?

¿Qué harás cuando te vayas?

¿Cuando despiertes y no sea demasiado tarde?

¿Cuando tus manos llenas de sangre sean capaces de volver a abrazar?

¿A dónde irás?

¿Cuando te des cuenta de que la llave siempre ha estado en el otro extremo de la soga donde metías la cabeza?

¿Cuando te desaparezcan las ganas antes de apretar el gatillo por sexta vez?

¿Cuando encuentres el valor de despedirte?

¿Qué harás cuando se te curen las heridas?

¿Te acordarás de mí?

jueves, 30 de agosto de 2018

Un mes de poemas (día 30)

No lo hago como ella lo hacía
No corto el aire no abro tanto la boca
No bailo la misma canción
No sigo el mismo ritmo
No desabrocho su camisa de arriba abajo
sino de abajo arriba
No descubro su fuerza con la boca
No palpo el mármol no muevo tanto las manos
No lo hago como ella lo hacía
No lloro de la risa no río no fluyo
No tengo tan largos los brazos
No tengo tan firmes las piernas
No lo hago como ella lo hacía
Yo no le gusto tanto
Yo no le gusto
No
Yo no le gusto

martes, 28 de agosto de 2018

madre, por qué me has abandonado



Acaso ya no recuerdas que me mecías en tus brazos
Que me alimentaba de tu pecho que me alimentaba de tus manos
Ya no recuerdas que me alimentaba de tu boca

Acaso has olvidado que mi hogar era tu vientre
Que mi hogar eran tus ojos que mi hogar eran tus piernas
Has olvidado que vivía en esa tumba de debajo de tu ombligo

Madre has olvidado que vivía en esa tumba de debajo de tu ombligo
Que me querías mucho antes incluso de tenerme
Que me querías mucho antes incluso de casarte

Madre me pusiste nombre en el preciso instante en que aprendiste a hablar
En el preciso instante en que la voz apareció en esa pequeña boca tuya
Y ahora ya no lo recuerdas ahora no sabes pronunciarlo ahora ya no dices nada

Madre son dos sílabas apenas
Mamá, son sólo cuatro tristes letras

Madre por qué me has abandonado
Por qué extiendo los brazos desde la cuna y no te toco
Por qué ya no escucho tus canciones antes de irme a dormir

Madre por qué te alejas de mi lado
Por qué busco tus ojos y tú me das la espalda
Por qué ya no me quieres por qué ya no me abrazas

Madre por qué no coges mis llamadas
Por qué ahora me castigas con el silencio
Por qué has dejado de responder a mis mensajes

Madre por qué ya no te siento en este mundo
Por qué parece que nunca hayas vivido en esta casa
Madre estoy empezando a creer que enterramos un ataúd vacío

Madre qué les diré a mis hijos 
Madre que pensarán tus nietos

domingo, 26 de agosto de 2018

Un mes de poemas (día 26)

Si
len
cio
suave sobre el suelo
del cuarto de baño
del cuarto de costuras
del cuarto menguante
mengua
men
guante
si
len
cio

sábado, 25 de agosto de 2018

Un mes de poemas (día 25)

No hay paredes en la casa
que insonoricen del todo
el miedo
No hay un tejado que te cubra
de la lluvia que cae
de tus ojos
Ninguna puerta es inquebrantable
Ninguna ventana se abre a la primera
Si te tiras desde el balcón sólo conseguirías hacerte
daño
Más daño del que te haces normalmente,
quiero decir,
en esta casa

jueves, 23 de agosto de 2018

Un mes de poemas (día 23)

Demasiado silenciosa para atender a los clientes
Hola buenos días
¿necesitan algo?
He dejado de crecer
Uso la misma talla desde los doce
Prácticamente
Los demás no
Los demás no
Los demás no
Me he quedado reducida y ahora mi voz no se oye
El tráfico cubre mis gemidos
La televisión esconde todas mis dudas
Los adultos no les dan tantas vueltas las cosas
A lo mejor no soy adulta
En la tienda los dependientes ni siquiera me dan
las gracias

martes, 21 de agosto de 2018

Un mes de poemas (día 21)

Una herida abierta en el mismo hombro donde antes hubo un beso
y otro
y otro
y otro
Un grifo que gotea
Un espejo que refleja
un hombre que ya no está
a mi lado
¿Es esto la lista de la compra?
No
Se ven las montañas a lo lejos
Y la playa
Y la playa
¿Y la playa?
Se ven las montañas a lo lejos
El viento sopla en la calle
Los árboles danzan a su compás
Las hojas aún no quieren caer
Porque caer
a veces
es necesario
Ellas lo saben
La prueba del algodón no engaña
El beso dolió
Dolió el beso
A estas alturas del año, los árboles ya no traen ramos de flores
Los amantes tienen que conformarse con los besos sobre los hombros
Porque, a estas alturas del año, el chocolate se derrite
Y los besos sobre los hombros corren el riesgo de desangrarse
Por si acaso compra agua oxigenada
Ya no nos queda

hipnofobia



Palpo con las manos temblorosas
las clavículas

Me aseguro de que estén ahí
Me aseguro de que sean firmes
Me aseguro de que no se estén
desintegrando

Amaso con las yemas de los dedos
las costillas

Tengo miedo de que se hagan polvo
Miedo de que se vuelvan de gelatina
Miedo de que me vuelva yo toda
costilla de Adán

Hace tanto tiempo que no me escribes que creo que ya no me quieres
La realidad es muy distinta, claro,
nunca me has querido

Hoy he tenido una pesadilla y tú estabas dentro de ella
No me dabas miedo, pero tampoco me lo quitabas
Tampoco me lo quitabas

No sé si seré capaz de volver a verte
¿Qué pasaría si me derrumbara?
¿Qué pasaría si cayera sobre tus brazos?
O peor:
Si cayera y tú no me recogieras

¿Qué pasaría si cayera y tú no me recogieras?

lunes, 20 de agosto de 2018

Le he puesto nombre a la alarma del móvil


 

Se llama llora. Además es la misma alarma que me asusta todos los días. Por tanto, aunque en distinto tipo de letra, se lee claramente llora todos los días.

Y cumplo, claro: soy una buena chica.

La soledad me acompaña en los días tristes.

Me coge de la mano, me la besa. Me trenza los cabellos.
Me dice que todo va a salir bien.

Pero de mí sólo salen lágrimas.

De mí sólo sale oscuridad.

La oscuridad me abraza allí donde quiera que vaya.

Me arrastra tras de sí y me hunde en el océano.
Yo nunca aprendí a nadar.

Yo sólo sé ahogarme en un mar de gente

dispuesta a juzgarme a la primera de cambio.

Tengo media docena de cicatrices y todas encierran la misma historia.

Al final siempre me recupero.
Pero sólo porque es la única manera de poder volver a sufrir el abandono.

Yo también abandono, claro. Los libros aburridos, los poemas imposibles, los amigos falsos, los estudios, las ganas de vivir. Pero siempre abandono en el momento menos oportuno. Salgo de la cola, después de siete horas de pie, justo cuando ya van a abrir la taquilla. Y me quedo sin entrada.

Ya te lo he dicho: nunca sé cuándo poner punto y aparte

y a veces
creo
que pongo demasiados.

No conozco término medio.

Conozco el principio                                                                              y el final.

La entrada                                                                                             y la salida.
La salida                                                                                              y la llegada.

Pero aún no he aprendido a disfrutar del viaje.