jueves, 30 de mayo de 2019

Y así pasan los días

No salgo de casa
Permanezco aquí sentada
de cara al ordenador
jugando a The Secret
of Monkey Island
en un emulador
que por desgracia
no es tan bueno
como para hacerme creer
que tengo una vida mejor

Leo en el teléfono móvil
No despego los ojos
de la pantalla
Leo esperando el autobús
y mientras éste llega
a mi parada
Leo para hacer tiempo
Leo antes de dormir
Meo mientras paso
las páginas del PDF

Voy a trabajar cuando me toca
Apenas pido cambios
por el grupo
No me gusta hablar por WhatsApp
Me sudan las manos
cuando tengo que hacerlo
Taquicardia si me envían un mensaje
Prefiero seguir mi horario
y usar mis días libres
para llorar

Lloro de vez en cuando
todos los días
en poquitas cantidades
no vaya a ser
que se me ahoguen las plantas
Lloro de pie en el baño
Lloro tumbada en la cama
Lloro sobre tu hombro
sin que te des cuenta
Lloro sin saber que estoy llorando

jueves, 9 de mayo de 2019

Abrazo la enfermedad como quien encuentra su teléfono móvil después de haberlo perdido

La mezo entre los brazos como una madre primeriza a su recién nacido. Llamo enfermedad a estas ganas de llorar a esta desolación a este no tener ganas de comer a esta dificultad para respirar. Me duele la cabeza pero no me tomo las pastillas. Me siento mareada pero no me tumbo. Tengo frío pero no te llamo. ¿De verdad creía que alguien me haría caso? No tengo remedio. No. No pongo remedio. Me quejo de que no tengo hambre pero cuando tengo hambre no como enseguida. Así que al rato se me pasa. El estómago deja de gritarme. Creo que se me está encogiendo. A veces tengo miedo de que me pase como a las personas anoréxicas y mi cuerpo empiece a absorber los nutrientes de los músculos. A veces quiero que esto ocurra. La anorexia es una enfermedad visible. Las enfermedades visibles dan más pena. De mí nadie se compadece. Si hablo, mal. Si callo, mal. Si lloro, mal. Si río, mal. Si me quejo, de qué te quejas. Me miro al espejo e intento comprender qué ven los demás cuando me miran. Asco. No sé de dónde viene esta necesidad de hacerme daño. Asco. Si me arrancara la piel, alguien se daría cuenta. Asco. Me miro al espejo y no sé si la que está ahí soy yo o la que mi cerebro piensa que soy yo. Al menos no soy fea. Creo.