jueves, 30 de mayo de 2019
Y así pasan los días
jueves, 9 de mayo de 2019
Abrazo la enfermedad como quien encuentra su teléfono móvil después de haberlo perdido
La mezo entre los brazos como una madre primeriza a su recién nacido. Llamo enfermedad a estas ganas de llorar a esta desolación a este no tener ganas de comer a esta dificultad para respirar. Me duele la cabeza pero no me tomo las pastillas. Me siento mareada pero no me tumbo. Tengo frío pero no te llamo. ¿De verdad creía que alguien me haría caso? No tengo remedio. No. No pongo remedio. Me quejo de que no tengo hambre pero cuando tengo hambre no como enseguida. Así que al rato se me pasa. El estómago deja de gritarme. Creo que se me está encogiendo. A veces tengo miedo de que me pase como a las personas anoréxicas y mi cuerpo empiece a absorber los nutrientes de los músculos. A veces quiero que esto ocurra. La anorexia es una enfermedad visible. Las enfermedades visibles dan más pena. De mí nadie se compadece. Si hablo, mal. Si callo, mal. Si lloro, mal. Si río, mal. Si me quejo, de qué te quejas. Me miro al espejo e intento comprender qué ven los demás cuando me miran. Asco. No sé de dónde viene esta necesidad de hacerme daño. Asco. Si me arrancara la piel, alguien se daría cuenta. Asco. Me miro al espejo y no sé si la que está ahí soy yo o la que mi cerebro piensa que soy yo. Al menos no soy fea. Creo.