jueves, 25 de julio de 2019

[Me ducho con agua caliente para sentirme menos sola]

Me ducho con agua caliente para sentirme menos sola — me hago daño, claro — quema // El flujo que aparece después de masturbarme no sirve para controlar el moco cervical // Hoy (23) estoy muy despistada — he vuelto a guardar las zapatillas en la taquilla y casi salgo a trabajar con las sandalias — he usado gel corporal para lavarme el pelo — ojalá el agua quemara un poco menos que el hecho de que no me estés abrazando // Hoy (23) iba a salir pero ya se me ha hecho tarde — hoy (23) iba a salir pero lo he ido retrasando de tal manera que ya se me ha hecho tarde // He llorado en la ducha para ensayar tu abandono y que no me pille por sorpresa — me hago daño, aclaro — hierve // No hay que hacer caso a Internet en cuestiones médicas pero todas las aplicaciones para el móvil me piden que vaya a un psicólogo — o a un psiquiatra — o a un psicoanalista — o a un podador para que me arranque este pesar — como las ramas de los árboles de la avenida // Todos los días muere alguien en el hospital — en días de luna llena hay más partos — ahora en julio me confunden con una de verano // Hoy (24) directamente no tenía pensado salir — hoy (24) sabía que de todas formas no iba a salir de la cama y no he hecho planes — ya veremos mañana (25) // Por favor, no te enfades conmigo

martes, 9 de julio de 2019

[No puedo parar de leer desde que empecé a saltarme clases en la universidad]

No puedo parar de leer desde que empecé a saltarme clases en la universidad para esconderme en la biblioteca. Tengo veinticinco años y llevo escritos tantos diarios como Virginia Woolf en veintiséis. No sabía qué más hacer para no morirme del asco y llovía, así que me cobijé entre las estanterías.

Desde que empecé a trabajar, he procurado no hacerme ningún corte en los brazos porque no sabría cómo explicarlo. En otras partes del cuerpo es más sencillo. Cada vez que veo una foto tuya me pongo a llorar de lo guapo que eres. Un día intenté robar un libro sobre el esperanto, pero sonó la alarma. Un día me dio por querer aprender esperanto.

También me escondía en el cuarto de baño para llorar o masturbarme. Leer me pone cachonda. La lectura erótica me pone enferma. La enfermedad es una mano que te coge y no te suelta o un agujero negro que te cubre de la vida.

No canto. No bailo. No salgo. No quiero esperar más tiempo para publicar mi novela. Ojalá supiera qué hice mal aquel día. Ojalá decirte que te quiero sirviera de algo.