sábado, 30 de noviembre de 2019

Lo que no te cuento cuando voy a tu consulta

A Vanesa

Tengo miedo de mirarme en el espejo
Por si algún día descubro
Una enorme cicatriz

Que atraviesa de norte
A sur mi rostro y lo divide
En dos mitades

Un agujero en el centro
De la cara donde antes
Había un ojo

(El precio
Que tuve que pagar
Para olvidarte)

Un desgarro en este músculo
Vital nido inhabitable
Que ha dejado de latir

Las aguas del mar
Rompiendo entre mis muslos
Y empapando mis piernas

Un charco de sangre
Bajo mis pies
Plagado de huellas diminutas

lunes, 25 de noviembre de 2019

A veces creo que no ha ocurrido

No hay un muro levantado
En esta tierra
No hay echado un cerrojo
En la ventana
No existe esta barrera
De cristal
En la que apoyo mi mejilla
Esperando un beso
Que la rompa
—la barrera de cristal—
En mil pedazos
—mi mejilla—
No existe tal silencio
En nuestras bocas
No el desierto atravesando
Nuestras lenguas
No hay una fachada
Instalada
En tu garganta

sábado, 23 de noviembre de 2019

1–0

el otro día mentí en una entrevista. una mentirijilla de nada. tan poco creíble como su cara de «creo a pies juntillas que de verdad te interesa la hostelería». justo después de decirle que mi único trabajo ha sido como celadora y justo antes de confesar que abandoné filología clásica.

si me llaman quedaremos empate y si al final no, 2–1.

siempre juego fuera de casa.

si me hubiera preguntado por qué dejé la universidad, le habría vuelto a mentir. no habría intentado explicarle las dimensiones del agujero negro que invade mi cuerpo. no el desahucio de ganas de estudiar cosas que me gustan por obligación (el mes pasado estuve pasando a limpio mis viejos apuntes de latín ¿porque...?). no le habría contado que iba de banco en banco y lloro porque me toca en los Viveros. que pasaba delante de una facultad que no era la mía por si la suerte estaba de mi parte y me cruzaba contigo. no le habría dicho que no tenía amigos. no le habría dicho que me sentía sola. no le habría dicho que tenía la biblioteca justo al lado.

de ser más inteligente habría llegado a la conclusión, dado mi historial, lo lejos que me queda la academia, el no haber rellenado del todo el cuestionario, de que iba a volver a abandonar. pero no lo hizo. y si lo hizo lo disimuló muy bien.

yo también disimulé muy bien los nervios. practiqué el ejercicio de creer que no todo es culpa mía. que no todos me odian. que no iba a ser la primera en suspender la entrevista y que suspender la entrevista no iba a ser motivo de que el entrevistador hablara después mal de mí. practiqué el ejercicio de intentar ser honesta porque da igual que mi historial no se adapte a lo que buscan. da igual que haya elegido un título al azar sin preguntarme si de verdad voy a seguir por esa línea laboral o voy a volverme a desviar hasta que encuentre algo que me llame más la atención. da igual que llore cuando alguien dice tu nombre. no importa que lo que me haya decidido hayan sido las sesenta horas frente a las trescientas que deduzco que acabaría abandonando. no es asunto suyo. no pasa nada. y aun así, si se volviera a dar el caso, mentiría.

mentiría si dijera que me apunté al gimnasio porque me gusta hacer deporte y no porque a veces, delante del espejo, con este top que tanto me gustó comprar y estos vaqueros que tan bien, me dices, me quedan, me veo gorda. (aunque sí que me gusta el senderismo, Vanesa). mentiría si dijera que me estás ayudando. mentiría si dijera que todo es culpa tuya. que no estuve anoche viendo recitales en YouTube pensando que soy yo la del escenario y no Irene, Bárbara, Alejandra, Alejandra, Alejandra, Marta o Anne Sexton, que tenía una voz hipnótica que te cagas. mentiría si dijera que no me pongo cachonda imaginando que me follas sobre la encimera de granito o de mármol, qué sé yo, de tu cocina. que mi aspiración en la vida no es ser la invitada más sexy de cualquier evento al que me inviten directamente o de rebote. que el motivo por el que le digo a mi hermano que no, que no me presente a ese compañero suyo de trabajo que tantas ganas tiene de conocerme no es porque en el fondo sigo siendo esa chica de dieciséis años que sueña con que sus amigos os presenten. mentiría y te diría que estoy bien. mentiría con tal de que dejarais de preguntarme por un tiempo. mentiría, otra vez, en la entrevista.

pero yo al menos equilibré la balanza respondiendo «obtener el certificado» a la pregunta de «¿qué esperas de este curso?».

2–0.

viernes, 22 de noviembre de 2019

Citas

Guardo en una nota del móvil
Todos los poemas que me hablan de ti
Aunque no hayan tenido el placer de conocerte

Los leo y releo
Antes de irme a dormir
Antes de ponerme el pijama
Antes de echarme a llorar
Sobre la almohada

(Repaso tres veces esta última palabra
Por si no he colocado bien la hache intercalada)

Acaricio mi cuerpo
Mientras pienso
Que son tus manos las que bajan
Por mi espalda
Que son tus dedos los que rozan
Mis caderas
Que es tu cuerpo el que se encarga
De mi cuerpo

Que lo mece suavemente
Entre sus brazos
Que lo abraza tiernamente
Entre sus piernas
Que lo embiste hasta declamar
Todo un poema
Y no son lágrimas lo que limpio
De las sábanas

jueves, 7 de noviembre de 2019

Bienaventurados sean los muertos, pues ellos ya no necesitan la belleza de las flores


I

Soy el único campanario de una iglesia en el que no anidan las golondrinas

Mi cuerpo es un templo en el que ya nadie rinde culto

En esta parroquia sólo se celebran funerales


II

He arado mis brazos de la misma forma
en la que se aran los campos

La tierra ha sangrado

He sembrado el pánico como se plantan
los cereales

La tierra ha sangrado

He segado la carne con la misma hoz
con la que recojo la cosecha de mis piernas

La tierra ha expulsado el endometrio


III

A mí

Y tú pretendes morirte de hambre Tú que te alimentas de la ira
Tú que lames hasta las lágrimas de los desconocidos
Tú que lames hasta los huesos de los cerdos

que no comes
que no comes
que no comes

Sólo vives con la esperanza de poder seguir el ejemplo de las hermanas Lisbon
Has venido aquí arrastrándote con la esperanza
de no tener que volver a levantarte
Tú que no eres capaz ni de desenterrar tus viejos libros de debajo del polvo
pretendes cavar tu propia tumba


IV

y si no bebo
y si no fumo
y si no lloro

y si sólo abro las piernas para acariciar la herida

la herida abierta la puerta abierta la sangre a punto de salir

soy un frasco pequeño
pequeño
que se derrama

mamá está rota, dices
ha abierto el terrario y ha salido la serpiente

soy una lágrima impaciente por ver mundo
ya tengo la maleta sólo me falta
coger el pasaporte

soy un cúmulo de sangre expulsado injustamente de la matriz

tengo hambre, pero la despensa está vacía

—tan vacía—

que también tiene hambre

y si no bebo
y si no fumo
y si no follo

para qué

sábado, 2 de noviembre de 2019

(Principio de un cuento abandonado)

Me ligué las trompas porque era la manera que menos miedo me daba de dejar de tener la regla. Varón blanco. Veintiséis años. Bastante mal lo pasé ya amputándome los pechos. Heterosexual. Un hijo en camino. Imaginarme a un cirujano, por muy experto que sea, alargándome el clítoris me provoca una terrible sensación de desmayo. Graduado en filología hispánica. Camarero. A mí no me importa y a Laura tampoco, así que...

Encontraron su cuerpo desnudo tendido sobre la cama. Una botella de plástico abierta y vacía tirada en el suelo. Una caja, también vacía, de pastillas junto a la botella. Incluso aunque ya hubiera estado empezada, seguían habiendo bastantes pastillas para una sobredosis. Había un sobre bien aferrado a la mano de Ruth. Laura pensó que sería una nota de suicidio y se lo arrebató mientras seguía en el shock inicial. Encontrar a tu hermana pequeña muerta sobre su cama. Abrió el sobre temblando y dentro encontró una nota que indicaba dónde estaba su nota de suicidio. «No comprendo».