jueves, 29 de diciembre de 2022

2022

Este año me propuse volver a leer más novela*, mínimo una al mes. A continuación veremos si lo he conseguido:

 

ENERO

  • Diario de una anoréxica, de Valérie Valère - LibreandoClub
  • Arte de amar, de Ovidio Nasón, primer y segundo libro - empezado el año anterior y abandonado justo al empezar el tercer libro porque la vida es demasiado corta como para andar leyendo estupideces

 

FEBRERO

  • Las frases frágiles, de Emilia Pardo Bazán - antología poética
  • El cuadro del dolor, de Ana Castro
  • Le petit Nicolas et les copains, de René Goscinny y Jean-Jacques Sempé (dibujante)
  • Rojo-dolor. Antología de mujeres poetas en torno al dolor, vv. aa.
  • Las madres no, de Katixa Agirre*
  • El adiós de Stella, de Linn Ullmann* - LibreandoClub
  • Tu sangre en mis venas. Poemas al padre, vv. aa.

 

MARZO

  • Perras de caza, de Irene X
  • Lo que yo quería deciros, de José M. Campos
  • El diario de Virginia Woolf, volumen IV (1931-1935) - empezado en enero
  • Poesía completa, de Catulo
  • Diario de duelo, de Mary Shelley (y Percy, en realidad)
  • «Juvenilia», poemas de juventud de Sylvia Plath - sección final de Dime mi nombre (dejo el resto para otra ocasión)
  • El beso, de Kathryn Harrison - LibreandoClub
  • Compro oro, de Violeta Niebla
  • Una flor, de Alejando Palomas
  • El cielo de la boca, de Natalia Velasco

 

ABRIL

  • Yo, mentira, de Silvia Hidalgo*
  • El insensible, de Andrew Miller* - LibreandoClub - leído por encima

 

MAYO

  • Las trompetas de Jericó, de Unica Zürn - empezado en abril
  • Diario de Italia, de Marina Hernández
  • machi mushkil. aproximaciones al destino magrebí, de Analía Iglesias

 

JUNIO

  • Cartas de Sylvia Plath. Vol. II (1952-1954) - empezado en marzo
  • Yo invoqué a las nueve hermanas, de Eladia Bautista y Patier
  • Escombros, de Marina Carretero Gómez
  • Te di la vida entera, de Zoé Valdés* - LibreandoClub del mes de mayo - leído por encima
  • La misma rama, de Concepción de Estevarena
  • Crisis, de José M. Campos*
  • Una pequeña personalidad linda, de Berta García Faet
  • La muerte de mi madre me hizo más libre, de Mari Luz Esteban
  • Ética para Julia, de Ricardo Díaz Peris

 

AGOSTO

  • Dime mi nombre: poesía completa, de Sylvia Plath - empezado en abril
  • Biblioteca Sandman: Preludios y Nocturnos, de Neil Gaiman (escritor) y Sam Kieth, Mike Dringenberg y Malcom Jones III (dibujantes)
  • Sola, de Raúl Quinto - (Re: para enseñárselo a alguien)

 

SEPTIEMBRE

  • El nervio óptico, de María Gainza - empezado en agosto
  • Interrupción, de Sandra Vizzavona
  • Yo vencí la anorexia, de Nieves Álvarez - LibreandoClub del mes de julio
  • Reina, de Elizabeth Duval - leído por encima

 

OCTUBRE

  • Panza de burro, de Andrea Abreu* - empezado en septiembre
  • Paula, de Isabel Allende - LibreandoClub del mes de junio - empezado en junio
  • El peor escenario posible, de Alejandro Morellón
  • La carne, de Rosa Montero* - Libreando Club del mes de septiembre

 

NOVIEMBRE

  • Las voces de Marrakesh. Impresiones después de un viaje, de Elias Canetti - empezado en octubre
  • Fragmentos de un diario desconocido, de Noni Benegas
  • Tra(n)shumancias, de Luz Pichel
  • La canción del olvido, de Ángeles Mora
  • La novia de papá, de Paloma Bravo*
  • Habitaciones privadas, de Cristina Peri Rossi
  • Yo he de amar una piedra, de António Lobo Antunes - Libreando Club del mes de agosto - empezado en octubre y abandonado en noviembre
  • Morirse de vergüenza. El miedo a la mirada del otro, de Boris Cyrulnik - empezado en octubre - recomendado por mi psicóloga
  • Pasiones romanas, de Maria de la Pau Janer* - leído por encima

 

DICIEMBRE

  • Biblioteca Sandman: La casa de muñecas, de Neil Gaiman (escritor) y Mike Dringenberg, Malcom Jones III, Chris Bachalo, Michael Zulli y Steve Parkhouse (dibujantes)
  • Biblioteca Sandman: País de sueños, de Neil Gaiman (escritor) y Kelley Jones, Malcom Jones III, Charles Vess y Colleen Doran (dibujantes)
  • Escándalo, de Amanda Quick*
  • Todo lo que no te pude decir, de Cristina Peri Rossi*
  • El corazón del Tártaro, de Rosa Montero* - leído por encima

 

*Novela en el sentido de historia ficcticia escrita en prosa (las novelas íntimas, puramente [auto]biográficas, no cuentan)

Número total de novelas: 13

Re: Relectura (estos no cuentan en GoodReads)

jueves, 22 de diciembre de 2022

Poema eliminado de un poemario abandonado

tengo una lista imaginaria de hombres a los que confiaría toda mi vida
si alguna vez se diera el caso
 
de vez en cuando la repaso mentalmente
antes de desesperarme por culpa del insomnio
o quizá mientras me doy una ducha caliente
o mientras me niego a hacer
 
las tareas del hogar
 
en ella aparecen todos y cada uno de mis chicos favoritos hasta el momento
            todos los hombres a los que podría amar
            todos los hombres a los que podría besar
            todos los hombres de los que no me importaría
quedarme embarazada
 
reviso una a una las miradas
que me echan cada uno
de los integrantes de la lista
y me doy cuenta
 
todos mis chicos favoritos son mis chicos favoritos
            porque me recuerdan a ti
todos los actores todos los cantantes
todos los presentadores que salen por televisión
todos los chicos con los que me cruzo y
            con los que acabo soñando
justo antes de ponerme a hacer cualquier otra cosa
son mis chicos favoritos
            porque me recuerdan a ti
 
podría ponerles nombre podría llamarlos
alberto, robert podría llamarlos
thomas, lestat podría llamarlos
daniel, fernando podría llamarlos
xxxxxx
            porque me recuerdan a ti
 
y sin embargo me encojo en este cuerpo mientras pienso en tu rostro
 
en ese rostro que aparece en tantos hombres que han terminado en esta lista imaginaria
en tantos hombres que han terminado en mi cabeza
 
            porque mi cabeza
            ha puesto tu rostro
            sobre sus rostros
 
y ya no sé si es cierto que estos hombres se parezcan a ti
quizá en el color del pelo quizá en la forma de la barbilla
quizá en el tamaño de la nariz el timbre de la voz la altura
 
o si se trata de mi subconsciente
saboteando de nuevo mi agudeza visual
 
            porque por lo que sea
            me niego
            a olvidarte

viernes, 9 de diciembre de 2022

*Nuevo mensaje*

se oye un zumbido a las diez de la mañana 
la ventana está abierta para airear la habitación 
entra la mosca cojonera 
            como siempre 
me imagino que eres tú quien me escribe 
pero no 
 
oigo tu voz en la distancia 
mientras vuelvo agotada del gimnasio 
caminando casualmente por tu calle 
pensando que quizá de esta manera 
el destino nos permita cruzarnos 
frente a tu portal 
 
tú saliendo con prisas hacia la universidad 
y yo yendo dirección a casa de mis padres 
 
pero entonces de reojo 
 
veo tu rostro subiendo a un coche 
que desconozco 
 
me imagino que eres tú quien me llama 
pero tampoco

domingo, 16 de octubre de 2022

ELECCIÓN - capítulo eliminado de una novela inédita

Tal vez porque nací en viernes trece o porque, mientras mi madre me gestaba en su vientre, una mujer le echó un mal de ojo tras negarse a comprarle un ramito de romero por sobrarle en el apellido, la mala suerte me acompaña desde que nací.

Por ejemplo mis padres no pudieron acudir al bautizo de mi prima más cercana en edad, por coincidir la fecha. Mala suerte. Por ejemplo ese mismo día, tras lavarme la enfermera o la auxiliar (no sé quién de las dos lo haría pero me lo imagino) me devolvieron a una madre que no era mi madre mientras a mi madre le daban otro bebé que no era el suyo. Mala suerte. Afortunadamente el otro era un varón y se dieron cuenta en seguida, así que nos volvieron a cambiar. Buena suerte.

También es cierto que la suerte hay que buscarla, que no llega porque sí, mientras te encuentras tirada en el sofá de tu diminuto apartamento contemplando el techo blanco e inamovible; que en todo caso deberías estar escribiendo tu novela, por muy cutre que te parezca, para ver si consigues algo con ella, bueno o malo.

Por ejemplo, al contrario que mi hermano, yo nunca fui a la guardería porque hasta los tres años (hasta empezar el cole) se me daba genial hacer amigos en el parque. Los buscaba. Por ejemplo un día de Carnaval, en una fiesta de disfraces del colegio, un día en el que hicimos una actividad fuera de clase pero dentro del edificio, en el mismo recibidor al que me toca ir a votar cuando hay elecciones, me hurgué la nariz de manera inconsciente y tan fuerte que me sangró. Estábamos todos en círculo, en grupos de tres o cuatro, cada grupo disfrazado de un ejemplar de la naturaleza distinto (yo era una flor), mientras las que iban de abejitas (entre ellas, la maestra) saltaban de grupo en grupo para seguir con la historia que estábamos contando. Al plantarse delante de mí, la maestra me preguntó en voz alta y sin consideración alguna si me había estado hurgando la nariz, con lo que yo me eché a llorar, paramos el juego y entramos todos en clase: la maestra, los alumnos y mi deseo de desaparecer para siempre de este mundo. Me lo busqué.

Supongo que a lo largo de mi vida me he buscado muchas cosas, pero nos habíamos quedado en mi posible siguiente psicóloga, así que allá vamos.

En menos de una semana, conseguí cita en una clínica con nombre de secta comercial. La cita era dos días después de que se acabara el cursillo que estaba haciendo en ese momento, con lo cual todo parecía cuadrar a la perfección. Recuerdo que el penúltimo día hicimos un examen que acabamos aprobando todos, yo además con una nota bastante aceptable (un siete con seis). También recuerdo que no pasaba nada si suspendíamos porque al día siguiente habría otro examen para los que ese día no habían aprobado o, por el motivo que fuera, no habían acudido a la clase. ¿Y para los que no faltábamos nunca y tampoco necesitábamos la recuperación? Pues bien: a la profesora se le ocurrió la brillante idea de que hiciéramos una pequeña redacción de un tema en concreto. Pero no una redacción cualquiera, a partir de los folletos y apuntes que habíamos tomado durante esas semanas, nooo, qué va... ¡Una redacción con búsqueda en Google incluida!

Miré a mi alrededor y vi a todo el mundo con la cara enfocada en sus teléfonos inteligentes buscando información en Internet acerca del tema que habían decidido desarrollar. Yo elegí la Toxoplasma Gondii porque me pareció lo más sencillo que había en el temario; sin embargo el verdadero problema era que yo no tenía datos en el móvil y, por tanto, tampoco forma de buscar en Google. La escuela ni siquiera contaba con Wi-Fi gratis para los alumnos y, sinceramente, me daba vergüenza levantar la mano y decirle a esa mujer tan parecida a Rossy de Palma, delante de todo el mundo, que era la única pringada de la clase sin una triste tarifa de Internet en el móvil. La ansiedad alcanzó niveles insospechados cuando la profesora nos avisó de que, después de escribir las redacciones, las leeríamos en voz alta para formar un pequeño debate (un speech, según ella, que sonaba mejor). Fue entonces cuando mi cerebro se puso a trazar un plan para escapar de esa planta baja digno de Prison Break.

¿Por qué os cuento todo esto? Pues porque decidimos que, antes de leer las redacciones, podríamos irnos juntos a almorzar a una cafetería, a modo de cálida despedida. Era la ventana que necesitaba para huir despavorida. El día anterior me habían llamado de la clínica para confirmar la cita del jueves y eso me dio la idea de poner la excusa de estar esperando una llamada para no tener que acudir directamente a la cafetería. No fui la única que se quedó en el aula, con lo cual nadie me insistió en acompañarlos, pero eso significaba que seguía sin tener vía libre del todo. Unos minutos después de que se fueran, cogí mis cosas y me metí en el baño a fingir que hacía pis. Un rato después salí, me lavé las manos, me quedé en el pasillo, cogí el teléfono móvil y salí por la puerta de cristal sin decirle nada a nadie, como si tuviera intención de volver a entrar. Entonces comencé a caminar y caminar mirando a todas partes y asegurándome de no pasar cerca de ningún bar o cafetería, ya que no tenía ni idea de qué sitio habían escogido. Cuando estuve a una distancia que consideré prudencial, me relajé, puse en silencio y modo avión mi teléfono móvil para no enterarme de las llamadas que me iban a hacer después para ver dónde diablos me había metido y me dirigí a la calle Colón, para irme de compras. El jueves, sin una razón específica de mucho peso, cancelé mi cita con la nueva psicóloga y decidí no volver a intentarlo hasta el año siguiente.

Al año siguiente volví a coger cita con otro psicólogo, esta vez un hombre, por variar, mediante la misma página con la que había cogido cita la primera vez. Me abrí del todo, le dije que quería suicidarme y que por favor me enviara un mensaje para confirmar la cita porque si no yo no sabría si de verdad la página funcionaba. Cuando llegó el día de la supuesta cita, no había leído ningún mensaje suyo, así que volví a poner el móvil en silencio y modo avión por si acaso (una parte de mí sabía lo que iba a pasar). Un poco más tarde vi que me había llamado un número que no tenía registrado en la agenda. Mucho más tarde vi que sí me había enviado un mensaje para confirmar la cita, pero no a través de WhatsApp como la primera, sino al correo electrónico; así que me sentí la persona más estúpida del mundo y mis ganas de morir volvieron a llegar a lo más alto.

Me lo busqué.

domingo, 9 de octubre de 2022

Capítulo eliminado de una novela inédita

Durante un tiempo estuve adaptándome a la vida de recién independizada, atravesando altibajos en los que a veces llegaba a odiar la casa, desde el ruido que hacían los electrodomésticos por la noche hasta el largo de las cortinas. Odiaba lo incómodas que a la larga resultaban las sillas y lo rápido que se hundía el viejo sofá bajo mi peso, lo mucho que se escuchaba a los vecinos del piso de arriba y el tic-tac del reloj que yo misma había colgado en la pared de justo al lado de mi cama. Y pronto empecé a odiar también la falta de espacio.

Traté de adquirir una rutina, de levantarme temprano, comer sano y hacer un poco de ejercicio, de escribir de manera habitual, ya que en realidad había sido mi mayor motivación a la hora de mudarme. Conseguí trabajo y volví a enamorarme, esta vez de un técnico de rayos con quien apenas intercambié un par de frases.

[Cuatro entradas de mi diario]*

Sí, amigas, en medio de este programa de autoayuda, entre las idas y venidas a este pequeño salón de actos, me he visto en la obligación de soltar la mano que me había sido tendida con tanto cariño.

Veréis, después de unos meses intentando no morir en el intento de vivir por mi cuenta, tratando de ser una mujer autosuficiente, de escribir mi propia entrada en esta enciclopedia cósmica, convencida de que para una mayor estabilidad emocional sólo me hacía falta ser, en fin, adulta, me di cuenta de que

Al final, el hecho de vivir sola no cambió nada en mí.
Ella y su gato, de Naruki Nagakawa y Makoto Shinkai.
 

martes, 4 de octubre de 2022

Ejercicio - cómo sabrías decir que estás bien

Si un día, de la noche a la mañana, se solucionaran todos mis problemas y yo me despertara sintiéndome bien conmigo misma, lo notaría porque a la hora de vestirme escogería el vestido más bonito que tuviera y lo combinaría que esos zapatos de tacón ancho que tanto me gustan y casi nunca me pongo. Saldría a la calle sin preguntarme qué piensan de mí los demás; escucharía reír a otras personas sin dar por hecho que se están burlando de mí. Caminaría tranquila, haría un par de fotos, me pararía a mirar los escaparates de las tiendas, acariciaría a algún gato callejero. En el trabajo sería capaz de participar en las conversaciones que mantienen mis compañeras porque el muro de mi garganta se habría derrumbado. Al llegar a casa me daría una ducha. Haría el amor con Xxxxx sin sentir esa parálisis que me dicta que cualquier movimiento que haga, cualquier verbo que deje de pronunciar, puede ser el último. No tendría miedo de volver a quedarme sola. No se me pasaría por la cabeza que merezco quedarme sola.

domingo, 2 de octubre de 2022

Fragmento eliminado de una novela inédita

Hola, me llamo Sara y soy una exagerada.

No es culpa mía, es el miedo, la ansiedad. Si por mí fuera, dejaría de darle importancia a las cosas. O al menos no darles tantas vueltas, para que no terminen vomitando en la alfombrilla del coche. Pero no puedo.

WordReference nos lo advierte:


1. tr. e intr. Dar proporciones excesivas a lo que se dice o hace, encarecer, aumentar mucho una cosa sin someterse a la realidad ni a la verdad.


Pero la realidad de quién.

Veréis: exagerar es una cuestión de perspectiva. Depende mucho de tu estado de ánimo, del día que lleves, de con qué pie te hayas levantado esa mañana (cosa que nunca he entendido, pero bueno, si siempre te levantas por el mismo lado de la cama, lo más lógico es que siempre pises primero con el mismo pie, ¿no?). También influye mucho tu estado económico: un billete de veinte no vale lo mismo para una persona u otra. A mí, cuando tenía edad de ir al instituto y me dejaban coger el autobús para ir al centro comercial, gastarme treinta pavos en unos zapatos me parecía una barbaridad; ahora cuarenta, e incluso cincuenta, me parece un precio razonable.


2. tr. Decir, representar o hacer algo traspasando los límites de lo verdadero, natural, ordinario, justo o conveniente.


A los señores encorbatados de la RAE se les olvida, como siempre, lo más importante: los factores. Social, de edad, de sexo. No reacciona igual un niño de siete años que un adulto de cuarentaitrés; si lo hicieran, probablemente uno de los dos estaría exagerando de verdad. Sus perspectivas, su manera de razonar las cosas que atraviesan sus respectivos cerebros, son totalmente distintas y, por tanto, su forma de proceder también lo es. Nadie puede acusarte de exagerar si no sabe qué pasa por tu mente, si no conoce tus miedos, si no recuerda lo que es formar parte de la infancia.

domingo, 25 de septiembre de 2022

8

Mi psiquiatra me prescribe verte más a menudo. Yo pienso que por fin te has cansado de mí, que mi personalidad dependiente y mi ansiedad son demasiadas para ti. Mientras te escribo fingiendo que todavía creo que me quieres, oigo decir a Alejandra: No es verdad que vendrá. Así que paso a otra cosa distinta. Veo una serie en producción, juego a otro juego indie, leo un libro de segunda mano; haciendo como que no me duele tener que mentirle a Víctor a la hora de contarle que sí nos hemos visto, que su receta contra mi trastorno es lo más efectivo que he probado nunca. Entonces me sorprendes en la puerta del patio y un cosquilleo invade todo mi cuerpo. Pizarnik continúa: No es verdad que no vendrá.

viernes, 26 de agosto de 2022

LIMPIEZA

he abierto el armario y me he probado el vestido 
que me compré un día pensando que te gustaría 
 
al final nunca lo estrené 
 
así que he cogido unas tijeras y lo partido en dos 
 
ahora tengo un top de tirantes 
con escote corazón 
 
también me he deshecho de la idea 
de que mientras sigas teniendo el libro 
que te presté 
 
exista la esperanza de que volvamos a vernos 
 
quizá si te lo quedas en tu estantería
te duela pensar en mí
 
 

viernes, 1 de julio de 2022

EL BUEN USO DE LAS COSAS

es importante hacer 
un buen uso de las cosas 
 
meter en el microondas recipientes aptos 
            para microondas 
no más de tres minutos cuidado 
con las quemaduras 
 
es mejor cubrir el alimento con una tapa apta
            para las altas temperaturas 
lavar a cuarenta grados evitar el suavizante 
en la ropa interior es mejor 
 
dejar las cosas claras desde el principio 
dejar secar al sol 
 
es importante saber hacer 
un buen uso de las cosas 
 
lavarse bien las manos antes de comer 
y justo después de hacer el amor 
            en solitario 
no vaya a ser que sin querer 
aparezca un nuevo condimento 
 
dos comprimidos diarios cada doce horas 
no aumentar la dosis sin previa orden 
            de la doctora 
tomar con abundante agua y meditar 
todos los días nada más levantarte 
 
mantener lejos del alcance 
de los niños 
 
es importante hacer 
un buen uso de las cosas 
 
preguntar primero, besar después 
 
besar primero en la mejilla 
besar después en el mentón 
y esperar 
                                                que la boca 
                        acuda a ti 
 
saber con exactitud hacia dónde 
mover las manos qué parte de la piel 
hay que tocar y qué es mejor 
 
dejar a un lado 
 
es importante saber hacer 
un buen uso de las personas 
 
es importante que las lenguas 
            se entiendan 
hablen el idioma que hablen 
es importante que la saliva 
            sea convertible 
a la sensibilidad del otro 
 
abrazar hasta quedarse dormido 
después de hacer el amor
                                    utilizar sábanas limpias 
acomodar la almohada a cada una de las cabezas 
una con otra las piernas
                                    un brazo con una cintura 
una nariz con una barbilla amoldar delicadamente 
                        los cuerpos 
sobre el colchón 
 
mantener cerca del alcance 
del amante

domingo, 22 de mayo de 2022

POEMA *DESCARTADO* BASADO EN UNA ENTRADA DE DIARIO ESCRITA UN JUEVES TRES DE FEBRERO DESPUÉS DE PASAR, COMO LA LLAMÉ AQUEL DÍA, LA PEOR NOCHE DE MI VIDA A CAUSA DE OTRA PASTILLA PARA DORMIR

También titulado Parón onírico o Jueves de madrugada
 
me despierto cada dos por tres
como siempre ahora que tomo 
        aquilea sueño 
y después son casi las seis y media 
y me despierto definitivamente 
y procedo a levantarme 
 
llega la primera parálisis del sueño 
de la noche 
 
me levanto por el lado derecho 
de la cama –el único posible– 
e intento enfundarme la zapatilla 
de estar por casa         me resbalo 
de la cama al suelo– y justo 
en el instante en que mi espalda 
toca el suelo vuelvo a estar sentada 
vuelvo a intentar enfundarme la zapatilla 
de estar por casa y vuelvo a resbalarme 
de la cama al suelo– y justo 
en el instante en que mi espalda vuelve 
a tocar el suelo vuelvo a estar sentada 
vuelvo a intentar enfundarme la zapatilla 
de estar por casa y vuelvo a resbalarme 
de la cama al suelo– y pienso 
asustada como nunca que ya está 
 
mi cerebro se ha roto y estoy sufriendo 
un daño irreparable 
 
entonces 
oh auxilio divino 
 
consigo ponerme en pie 
enfundadas las zapatillas 
de estar por casa y camino 
dos, tres pequeños pasos 
pero justo al llegar al sofá 
de mi diminuto apartamento 
 
llega la segunda parálisis del sueño 
 
me resbalo y caigo de espaldas 
y en el momento en que mi cabeza 
va a tocar el suelo vuelvo a estar 
de pie junto al sofá 
 
y vuelvo a resbalarme y vuelvo a caer de espaldas 
y de nuevo en el momento en que mi cabeza 
está a punto otra vez de tocar el suelo 
vuelvo a estar de pie junto al sofá 
 
y mientras yo caigo y caigo y caigo 
y vuelvo a caer vuelvo a asustarme 
 
pensando que estoy sufriendo indudablemente 
un derrame cerebral 
 
y mientras caigo y caigo y caigo y sigo 
cayendo se me ocurre que la respuesta 
más lógica es que yo siga durmiendo 
teniendo quizá una pesadilla 
más probablemente una alucinación 
 
y no sé cómo me despierto y estoy tumbada 
sobre el colchón viscoelástico que venía con el piso 
son casi las seis y media y aún no he ido a levantarme 
por el único lado posible de la cama –el derecho– 
ni a enfundarme las zapatillas de estar por casa 
 
y llegan la tercera y cuarta parálisis del sueño 
de la mañana 
 
esta vez sin complementos 
 
sólo yo 
oh amparo divino 
 
rigor uitae 
 
sobre la cama

miércoles, 6 de abril de 2022

Fragmento eliminado de una novela inédita

Tampoco recuerdo muy bien cómo fue la conversación porque no la anoté. Con el tiempo una tiende a deformar la realidad de lo vivido, los recuerdos, llegando incluso a olvidar por completo una época. Yo al menos, en lugar de exagerar, minimizo lo que me ha ocurrido, lo que he sentido. De ahí la importancia de los diarios, de volver a ellos cuando no estás segura de estar haciendo memoria; y después me sorprendo al ver el dolor, lo enfadada que estaba, la rabia contenida en esas páginas a líneas.

Desafortunadamente, después de años y años de escribir todos los días, a cada minuto, mis pensamientos, terminé hartándome. No me escondo: siempre he soñado con que después de mi muerte alguien llegaría y publicaría mis diarios en un libro que otro alguien compraría. Soy así de ególatra, creyéndome Alejandra Pizarnik. Pero para eso primero tengo que publicar algo en vida, algo que me convierta en una escritora medianamente conocida aunque sólo sea en mi país, y es taaaan difícil... Así que deduje que no merecía la pena escribir un diario que nadie leería nunca y empecé a hacerlo sólo de cuando en cuando, a veces quizá una sola línea; lo que se traduce en que haya cosas que no pueda explicaros bien porque no tengo manera de recordarlas. Aunque esto no me libre de intentarlo.

miércoles, 30 de marzo de 2022

b (LVA)

Mi madre, por así decirlo, me enseñó todo el pueblo y me contó historias sobre lo que más me podría afectar, según ella.

Me explicó que antes de su hija habían muerto también dos jóvenes más. Fueron dos muchachas, a lo que llegaron a la conclusión errónea de que sólo eran  mujeres las que morían. Pero después murió algún que otro joven varón.

No atacaban diariamente, los vampiros. Pasaban un par de semanas de una víctima a otra, y más adelante pasaban incluso meses. Pero, cuando creían que la pesadilla había terminado, se mostraba otro cuerpo en la plaza. Y éste siempre era joven, a veces hasta demasiado.

La aldea entera había decidido que los más pequeños debían partir para evitar una lenta y dolorosa muerte.

Mientras que los más mayores se quedarían cuidando del pueblo. No eran capaces de abandonar el lugar donde habían nacido. No estaban preparados para eso. Tal vez acabarían muriendo, pero morirían luchando.

Madame Lavoisier me llevó una vez por el pueblo a altas horas de la noche para que viera cómo de preparados estaban ante un posible ataque.

Pude observar, gracias a ella, los crucifijos en las puertas; oler el repulsivo olor a ajo que tanto detestaba. Nunca me gustó ese alimento y no entendía como podía usarse en tantos manjares.

Pude escuchar también el clic de los arcabuces a punto para disparar y el sonido del acero al desenvainar las espadas y cuchillos. Ese sonido me encantaba; sonaba tan frío, tan distante. Lo adoraba.

Debíamos andar despacio y mirar bien dónde pisábamos. Al mínimo ruido, todos los varones saldrían para atacar; no se lo pensarían dos veces, no pensarían en que pertenecemos al pueblo. Atacarían a matar.

Por eso debes procurar no ir sola en medio de la noche. Lo mejor que puedes ha-cer es permanecer encerrada en casa, al menos hasta que te conozcan mejor.

Dimos un pequeño rodeo más y volvimos a casa. No era su intención mostrarme un verdadero ataque vampírico  y dejar que nos mordieran para observar cómo era el modus operandi de los principales enemigos de la aldea.

 

lunes, 28 de marzo de 2022

a (LVA)

Madame Lavoisier me crió como a una hija. Me contó historias sobre las víctimas del pueblo, que éstas aparecían de la noche a la mañana en medio de la plaza. Me contó que la habitación que yo ocupaba era antes la de su hija, que los vestidos que ahora yo utilizaría eran suyos. Y me contó cómo un seductor caballero de rubia melena y ojos azules apareció en la aldea una noche de invierno.

Su hija y él congeniaron y vivieron una bonita historia. Noches cálidas el uno al lado de la otra, paseos nocturnos bajo las acogedoras estrellas; fueron, sin duda, los mejores días de la vida de la muchacha.

–¿Partieron juntos a otra villa?

–No. Juntos no–. Estaban humedeciéndose sus castaños ojos; parecía afligida.

–¿Qué ocurrió?– Me daba miedo preguntar, no sabía cuál sería su reacción.

La mujer se echó a llorar.

Supe entonces que, semanas más tarde, apareció el cuerpo de su niña. Yacía desangrado en medio de la plaza.

–¿Y aquel seductor caballero?

–Desapareció. Sin dejar rastro. No se supo nada de él.

–Es terrible...

Todo el mundo fue a buscar al caballero. Todo el mundo fue a buscar su muerte. Entraron en todas las casas buscando un culpable, travesaron el bosque en busca de alguna pista sobre su paradero.

Nada. No hubo rastro de él.

Fue en aquel momento en el que la anciana se dio cuenta del verdadero peligro. Ya había habido ataques, cuerpos de vecinos desangrados, pero nunca le había ocurrido nada a su diminuta familia.

La mujer y su hija llevaban viviendo solas durante mucho tiempo, el marido había muerto por causas naturales. Había sido un varón raudo y fuerte, pero era muy mayor, se llevaba dieciocho años con su esposa. Tras su muerte, Madame Lavoisier se había ocupado sola de la casa y de su hija. Contaba, por supuesto, con la ayuda de los vecinos; pero la lejanía le impedía disfrutar de mucha de esa ayuda. Con la muerte de su hija, la anciana había podido comprobar cómo eran de apreciadas sus vidas en ese pueblo, y por esa razón detestaba la idea de saber que aún moría de vez en cuando gente inocente.

Ninguno en el pueblo tenía pruebas sólidas de su existencia, pero todas las piezas del puzzle (la noche, las marcas en el cuello, el desangramiento) llevaban a la misma conclusión: los vampiros pretendían acabar con el pueblo.

domingo, 20 de marzo de 2022

Cosas que guardar en una maleta

las gafas de sol y un paraguas

por si acaso ropa de baño

por si la playa billetes repartidos

en diferentes bolsillos

ese vestido de tirantes rojo

que pensé que te gustaría

el cargador de mi teléfono móvil

un neceser con lo imprescindible

salvo las lentillas porque ya no

las necesito un par de pijamas

para oscilar entre las noches frías

y las más calurosas el libro

que no me devolviste

el regalo que me trajiste

de tu breve estancia en Xxxxxx

un bolígrafo azul y una libreta

por si en el hotel no hay bloc de notas

y me urge escribir algún poema

calzado cómodo para las caminatas

calzado ligero para los paseos

al atardecer entre los callejones

de ese pequeño pueblo empedrado

los últimos cinco comprimidos

que me quedan de escitalopram

antes de pedirle a mi psiquiatra

que me haga otra receta

un último vistazo a mi alrededor

un secador de pelo y ya puedo

cerrar la maleta estoy lista

para salir de tu vista

jueves, 10 de marzo de 2022

[no me da miedo llorar] - texto escrito el 12 de septiembre de 2017 para FB

no me da miedo llorar, no me da miedo mostrar esa cicatriz que me recuerda que no puedo olvidarte, ni la que está en braille, ni la que me duele, al menos una vez al día, no me da miedo desnudarme, mírame, adoro mi cuerpo, para qué querría cubrirlo, no me da miedo admitirlo, sí, a veces quiero morirme, sí, la sonrisa es sincera, sí, las lágrimas también, no, no es mi primera vez, no me da miedo la soledad, ya la he vivido, a veces la ansío, el silencio, las cenas para uno, elegir en qué lado de la cama dormir, elegir en qué lado de la cama dar vueltas durante toda la noche, no me da miedo el silencio, no me da miedo escribir, no me da miedo que todo el mundo lea lo que escribo, sí, vale, lo que tú digas, intento llamar la atención, no me importa, no me da miedo, también estoy escribiendo un libro, pero tú nunca lo leerás, voy por el tercer capítulo, llevo diecisiete páginas en el Word y creo que no voy a saber terminarlo, sí, me duele, claro que me duele, mañana a lo mejor borro todo esto y finjo no haberlo escrito, me siento sola porque casi siempre estoy sola, no pasa nada, así al menos no necesito hablar, no me da miedo que no me crean, si te miento, y seguramente lo haga a menudo, cuando me preguntas por la universidad, el trabajo o mi estado de ánimo, es porque a tu lado tengo miedo, no me da miedo admitirlo, pero tengo que escribirle un diario a la doctora y no puedo. no puedo. no puedo. no puedo.

 

no puedo leer en voz alta.

lunes, 14 de febrero de 2022

Invisible

 
Marzo 
Hogar de la primera víctima 
 
El ladrón entró por la ventana, cogió lo que había venido a buscar y se marchó por donde había entrado. 
    O al menos así lo indican los cristales que cubren el suelo de granito como si de un manto de hielo se tratara. 
    Pero no falta nada en la casa, capitán. 
    ¿Quiere decir que alguien rompió una ventana con las manos, cortándose con los cristales, tal y como muestra la sangre que hay entre los pedazos que hay en el suelo, entró dejando un pequeño rastro de huellas y se marchó sin llevarse nada? 
    Mmm... No, claro... Eso sería estúpido... Pero es exactamente lo que parece que haya ocurrido... capitán. 
 
Marzo 
Hogar de la segunda víctima 
 
Pero ¿usted está completamente seguro de que no le falta nada? 
    El allanador ha tenido esta vez más cuidado: ni huellas de pisadas, ni sangre entre los cristales. El único indicio de que haya entrado alguien durante la noche son, de hecho, esos cristales que indican que una ventana está rota. La policía ha decidido descartar la idea de que alguien haya lanzado una piedra contra el cristal y se haya ido corriendo simplemente porque no hay ninguna piedra dentro de la habitación. Debe de tratarse de la misma persona y debe de haber entrado para llevarse algo consigo. 
    ¿Ha mirado en los cajones, a ver si le falta algún documento importante? 
    Oiga, yo ya no sé cómo explicárselo. ¿Dónde está su superior? 
    Tranquilícese, hombre, no hace falta que se ponga así.
     ¿Qué me tranquilice? ¡Le digo que no me falta nada en la casa y usted me pregunta si he mirado bien! ¡Pues claro que he mirado bien! 
 
Abril
Hogar de la séptima víctima
 
La policía está desesperada. Ni el ADN ni las huellas de las pisadas revelan quién es el asaltante. No hay huellas dactilares por ninguna parte. Ni rastro de los objetos robados, no porque no los encuentren, sino porque parece que no se haya robado nada. 
    Estaba usted en casa y no oyó nada. 
    Exacto.
    Parece acalorada, como el resto de las víctimas. Se abanica con la mano izquierda y con la derecha se masajea el pecho, más concretamente el corazón. 
    ¿Se encuentra bien? 
    Duermo con tapones para los oídos y por eso no oigo absolutamente nada, ¿sabe? Eh... Sí, me encuentro bien. 
    Sonríe mientras dice esto último. Parece que dice la verdad. 
 
Mayo
 
Una oleada de supuestos crímenes abraza la ciudad. El ladrón, siguiendo su modus operandi, rompe una ventana a puñetazos (quizá con una mano envuelta en una toalla húmeda para no hacerse mucho daño), entra en la casa dejando (a veces) huellas de pisadas de la talla 44 y se marcha sin llevarse (aparentemente) nada. 
    Las víctimas se encuentran, desde que son asaltadas, en un estado de ensoñación constante. Sonríen parece ser que sin motivo alguno y no saben por qué, pero son muy felices. 
    La policía se deja la piel buscando al vándalo.
     Al principio pensábamos que se trataba de un gamberro y que terminaría cansándose; pero han pasado dos meses desde su primer allanamiento y sigue delinquiendo, así que estamos dispuestos a juzgarlo como un peligroso criminal —nos cuenta el capitán Fernández en una rueda de prensa. 
 
Mayo
Hogar de la primera víctima
 
La agente Martínez está casada y tiene dos hijos de seis y diez años. Lleva trece años en el cuerpo y no está dispuesta a que el maldito vándalo se vaya de rositas. Admira a su capitán, pero sabe que es demasiado cerrado de mente y no quiere ver más allá. Así que, sin informar a su superior, sigue las extrañas pistas que le dan las víctimas del mal llamado «crimen invisible».
     Le digo, señora, que me robó el corazón. 
    La primera víctima es una mujer de unos treinta y cinco años. Alta y delgada. Soltera y sin hijos. Pelirroja. Lleva un ligero vestido rojo de flores con el que no necesita usar sujetador, aunque si lo necesitara tampoco se lo pondría. Huele a esmalte de uñas y fragancia de azahar. No usa pendientes; para qué, si el cabello rizado le cubre por entero las orejas. Tampoco usa maquillaje, salvo el pintalabios: rojo pasión. 
    ¿El corazón? 
    Sí, como lo oye. No sé por qué, pero desde que ocurrió no puedo dejar de pensar en él. 
    ¡¿Vio al atracador?! 
    No, no, claro que no... No sé qué aspecto tiene, pero me lo imagino guapo y apuesto. Soltero y sin ataduras, en busca de una esposa. Tal vez una bella dama de espeso cabello rojo que simule la llama de nuestro amor, ya sabe. 
    Y ¿dice que no le falta ningún objeto de la casa? 
    No, sólo el corazón. 
 
Mayo
Hogar de la cuarta víctima
 
La cuarta víctima es un hombre de unos sesenta y seis años. Viudo y sin ningún hijo que se haga cargo de él. 
    Verá agente... 
    Martínez.
    Eso. Agente Martínez. Verá... Lo que a mí me falta es el aire. 
    ¿Padece ansiedad? Es normal en este tipo de casos, después de sufrir una experiencia traumática, como por ejemplo saber que han entrado en su casa a robarle. 
    No, no... Yo estoy fuerte como un roble, agente... 
    Martínez. 
    Sí... Pero no respiro bien. Desde que esa mujer entró en mi casa, no puedo parar de pensar en ella, en por qué me habrá elegido a mí. 
    Usted cree que el ladrón es una mujer.
    Por supuesto. ¿Por qué no iba a serlo, agente... No, no. No me lo diga. Mmm... Agente Martínez. 
    Correcto.
    Sí... ¿Por qué no iba a ser una mujer? Las mujeres también allanan hogares y roban y asesinan. Puede que en menor medida que los hombres, vale, pero lo hacen. 
    Por supuesto, señor Cardona, pero las huellas halladas en diferentes casas son de una 44. Normalmente las mujeres no llegamos a esa talla. 
    Sí, pero en mi casa no se halló ninguna huella, ¿cierto? Y ¿no podría ser que se tratase de una pareja, donde es evidente que la mujer es más cuidadosa y no deja huellas mientras que el hombre, pobre despistado, sí? 
    Pues no se nos había ocurrido, pero lo tendremos en cuenta. 
 
Junio
 
Un total de veintitrés víctimas en cuatro meses. La insistencia de llamarlas víctimas aunque parezcan encantadas con quien les ha robado, ejem, sí, el corazón. Catorce hombres y nueve mujeres. A su vez, doce de las víctimas insisten en que se trataba de un hombre y las otras once en que se trataba de una mujer. La policía sigue creyendo que el «ladrón» es un varón. Curiosamente, las cuatro veces que se han hallado huellas de zapatos de la talla 44 han sido en casas donde la víctima insistía en que era un hombre. 
    Capitán, sé que la historia de los corazones, la falta de aire y el robo de pensamientos y tristeza no tiene ni pies ni cabeza, pero todas las víctimas están solteras o viudas y no tienen hijos. Esa es la conexión que hay entre ellos. 
    Y ¿qué pretende, agente Martínez, poner agentes custodiando a toda la gente sin pareja y sin hijos de la ciudad.
    No, claro que no. Son demasiadas personas. Puede que haya alguna otra conexión entre ellas, relacionada también con su estado civil. Puede... 
    ¿Puede que se sientan solas y el roba-corazones lo huela como animales en celo y vaya a mostrar sus encantos de hombre invisible? 
 
Junio
 
El capitán lleva cuarenta años en el cuerpo, la mitad de ellos como capitán, y está harto de quejas absurdas y victimismos. También es viudo y no tiene hijos; no obstante, ningún gilipollas invisible ha entrado en su casa a través de una ventana mientras dormía a llevarse todos sus pensamientos superfluos y hacerle sentir que no está solo. 
    Desde hace tres años, su hermana le insiste en que salga a conocer mujeres; no le gusta verlo tan solo. Con el avance tecnológico, ya ni siquiera hace falta que salga de casa, puede hacerlo a través de Internet, le insiste. Él siempre le dice que su trabajo lo absorbe demasiado y que tampoco le interesa. 
    No te estoy pidiendo que vuelvas a casarte, Toni, sólo que te distraigas un poco. 
    Sabe que su hermana sólo quiere lo mejor para él. Y, aunque es cierto que su trabajo lo absorbe, ahora mismo tiene un hueco. Enciende el ordenador. 
 
Junio
 
Suena el teléfono en mitad de la noche. ¿Quién coño es a estas horas? Son más de las dos y los niños duermen. La desconsideración está a la orden del día. Más vale que sea importante.
    Martínez al aparato. 
    Acostumbrado a una voz más autoritaria, el capitán tarda un par de segundos en reconocer la cansada voz de su subordinada. 
    Creo que le debo dos disculpas, agente Martínez. La primera por haberla despertado. Y la segunda porque ya sé cómo contactó el ladrón con todos los solteros de la ciudad. 
 
Junio
 
En estos tiempos que corren, los avances tecnológicos son un alivio para aquellos que sufren una leve ansiedad social.
    No, no estamos hablando de los avances médicos; estamos hablando de las redes sociales y las aplicaciones de chat para dispositivos móviles que permiten entablar conversación con la persona de al lado sin necesidad de mirarla a la cara. (Quién no ha estado en una reunión familiar y no ha visto a sus tíos enviar imágenes al grupo de WhatsApp mientras siguen todos en la mesa tomando el café de después de la comida). 
    Hacemos aquí una breve pausa para recalcar lo de leve ansiedad social. Las personas con fobia social (o Trastorno de la Ansiedad Social) encuentran igual de difícil hablar de manera tradicional que por escrito. Supongo que para ellas sería más útil un avance médico que tantas tonterías dentro del teléfono móvil.
    Pero las redes sociales no sólo sirven para entablar amistad con otras personas mediante el inofensivo envío de vídeos graciosos de gatitos, no; también puedes encontrar a tu media naranja, ya sea en una página específicamente diseñada para ello o en cualquier otra. 
    Así que el ladrón encontró a sus víctimas en una web de citas. 
    La mayoría de la gente que busca desesperadamente alguien con quien compartir sus días y sus noches, sus penas y sus alegrías, sus cenas y sus desayunos, se registra en más de una página de contactos. La policía anota cada una de las que mencionan las melancólicas víctimas y encuentra la web común. El capitán anota discretamente en su agenda todos los nombres de las páginas menos la de esta última. 
 
Junio
 
Los agentes de la ley deciden recurrir al engaño y las triquiñuelas para cazar al ladrón. 
    Capitán, ya hemos creado el perfil falso. Ahora sólo falta esperar a que alguno de los pobres desesperados que contacten con Dolores Pineda sea nuestro hombre. 
    Muy bien, agente García, pero tampoco hace falta menospreciar a aquellas inocentes personas que deciden probar suerte a través de Internet en lugar de hacerlo bebiendo en un bar. 
    El capitán está algo susceptible desde que descubrió las webs de citas. 
    Tiene usted razón, capitán. Lo siento mucho. 
 
Julio
 
Aumenta poco a poco el número de víctimas y las posibilidades de que la próxima elegida sea Dolores Pineda. Pelo corto y castaño. 36 años. Hostelera. Viuda y sin hijos. Le gustan la poesía y la montaña. Alérgica al polen. 
    También aumenta la tensión entre la policía, que finge no saber cómo el hombre invisible contacta con sus víctimas para no revelar que la señorita Pineda es en realidad un grupo de agentes de entre 30 y 50 años, y las víctimas, que se empeñan en pedir que por favor dejen en paz al ladrón por miedo a que, si lo encarcelan, éste les devuelva las ganas de llorar. 
    Yo sí que les voy a devolver las ganas de llorar... ¡a balazos! 
    No creo que sea muy correcto decir eso en voz alta, capitán. 
    ¡Me da igual! ¿Tenemos novedades? 
    Aún no, capitán, pero otros dos hombres se han puesto en contacto con Dolores Pineda. 
    ¿Por qué eso no es una novedad? 
    Muy buena pregunta, capitán. 
    En fin... Avíseme si esos dos sospechosos quieren la dirección de la señorita Pineda. ¿Dónde está la agente Martínez?
    Aquí, capitán. Estaba hablando por teléfono con el doctor Ferrán.
    ¿Quién? 
    Está examinando a la primera víctima y nos pide urgentemente que vayamos. 
    ¿Por qué examina a la víctima?
    Al parecer ella misma ha acudido al hospital y se lo ha pedido, capitán. 
    Está bien. Vayamos. Espero que sea importante. 
 
Julio
 
Mientras la policía vigila el piso franco en el que supuestamente vive la bella y encantadora Dolores Pineda, la mujer de espeso cabello rojo que tuvo la suerte de ser elegida como la primera víctima de robo por parte del apuesto hombre invisible acude al hospital más cercano para ver si así por fin la empiezan a tomar en serio. A ella, y al resto de las víctimas. 
    ¿Dónde está el doctor Ferrán? 
    El capitán está hecho una furia.
    Pero esto no puede ser... 
    El doctor está confuso. 
    Yo ya dije que me habían robado el corazón... 
    La primera víctima insiste. 
    Doctor, ¿se puede saber qué ocurre? 
    La agente Martínez intenta poner un poco de calma. 
    Agentes, esta mujer no tiene pulso