lunes, 14 de febrero de 2022

Invisible

 
Marzo 
Hogar de la primera víctima 
 
El ladrón entró por la ventana, cogió lo que había venido a buscar y se marchó por donde había entrado. 
    O al menos así lo indican los cristales que cubren el suelo de granito como si de un manto de hielo se tratara. 
    Pero no falta nada en la casa, capitán. 
    ¿Quiere decir que alguien rompió una ventana con las manos, cortándose con los cristales, tal y como muestra la sangre que hay entre los pedazos que hay en el suelo, entró dejando un pequeño rastro de huellas y se marchó sin llevarse nada? 
    Mmm... No, claro... Eso sería estúpido... Pero es exactamente lo que parece que haya ocurrido... capitán. 
 
Marzo 
Hogar de la segunda víctima 
 
Pero ¿usted está completamente seguro de que no le falta nada? 
    El allanador ha tenido esta vez más cuidado: ni huellas de pisadas, ni sangre entre los cristales. El único indicio de que haya entrado alguien durante la noche son, de hecho, esos cristales que indican que una ventana está rota. La policía ha decidido descartar la idea de que alguien haya lanzado una piedra contra el cristal y se haya ido corriendo simplemente porque no hay ninguna piedra dentro de la habitación. Debe de tratarse de la misma persona y debe de haber entrado para llevarse algo consigo. 
    ¿Ha mirado en los cajones, a ver si le falta algún documento importante? 
    Oiga, yo ya no sé cómo explicárselo. ¿Dónde está su superior? 
    Tranquilícese, hombre, no hace falta que se ponga así.
     ¿Qué me tranquilice? ¡Le digo que no me falta nada en la casa y usted me pregunta si he mirado bien! ¡Pues claro que he mirado bien! 
 
Abril
Hogar de la séptima víctima
 
La policía está desesperada. Ni el ADN ni las huellas de las pisadas revelan quién es el asaltante. No hay huellas dactilares por ninguna parte. Ni rastro de los objetos robados, no porque no los encuentren, sino porque parece que no se haya robado nada. 
    Estaba usted en casa y no oyó nada. 
    Exacto.
    Parece acalorada, como el resto de las víctimas. Se abanica con la mano izquierda y con la derecha se masajea el pecho, más concretamente el corazón. 
    ¿Se encuentra bien? 
    Duermo con tapones para los oídos y por eso no oigo absolutamente nada, ¿sabe? Eh... Sí, me encuentro bien. 
    Sonríe mientras dice esto último. Parece que dice la verdad. 
 
Mayo
 
Una oleada de supuestos crímenes abraza la ciudad. El ladrón, siguiendo su modus operandi, rompe una ventana a puñetazos (quizá con una mano envuelta en una toalla húmeda para no hacerse mucho daño), entra en la casa dejando (a veces) huellas de pisadas de la talla 44 y se marcha sin llevarse (aparentemente) nada. 
    Las víctimas se encuentran, desde que son asaltadas, en un estado de ensoñación constante. Sonríen parece ser que sin motivo alguno y no saben por qué, pero son muy felices. 
    La policía se deja la piel buscando al vándalo.
     Al principio pensábamos que se trataba de un gamberro y que terminaría cansándose; pero han pasado dos meses desde su primer allanamiento y sigue delinquiendo, así que estamos dispuestos a juzgarlo como un peligroso criminal —nos cuenta el capitán Fernández en una rueda de prensa. 
 
Mayo
Hogar de la primera víctima
 
La agente Martínez está casada y tiene dos hijos de seis y diez años. Lleva trece años en el cuerpo y no está dispuesta a que el maldito vándalo se vaya de rositas. Admira a su capitán, pero sabe que es demasiado cerrado de mente y no quiere ver más allá. Así que, sin informar a su superior, sigue las extrañas pistas que le dan las víctimas del mal llamado «crimen invisible».
     Le digo, señora, que me robó el corazón. 
    La primera víctima es una mujer de unos treinta y cinco años. Alta y delgada. Soltera y sin hijos. Pelirroja. Lleva un ligero vestido rojo de flores con el que no necesita usar sujetador, aunque si lo necesitara tampoco se lo pondría. Huele a esmalte de uñas y fragancia de azahar. No usa pendientes; para qué, si el cabello rizado le cubre por entero las orejas. Tampoco usa maquillaje, salvo el pintalabios: rojo pasión. 
    ¿El corazón? 
    Sí, como lo oye. No sé por qué, pero desde que ocurrió no puedo dejar de pensar en él. 
    ¡¿Vio al atracador?! 
    No, no, claro que no... No sé qué aspecto tiene, pero me lo imagino guapo y apuesto. Soltero y sin ataduras, en busca de una esposa. Tal vez una bella dama de espeso cabello rojo que simule la llama de nuestro amor, ya sabe. 
    Y ¿dice que no le falta ningún objeto de la casa? 
    No, sólo el corazón. 
 
Mayo
Hogar de la cuarta víctima
 
La cuarta víctima es un hombre de unos sesenta y seis años. Viudo y sin ningún hijo que se haga cargo de él. 
    Verá agente... 
    Martínez.
    Eso. Agente Martínez. Verá... Lo que a mí me falta es el aire. 
    ¿Padece ansiedad? Es normal en este tipo de casos, después de sufrir una experiencia traumática, como por ejemplo saber que han entrado en su casa a robarle. 
    No, no... Yo estoy fuerte como un roble, agente... 
    Martínez. 
    Sí... Pero no respiro bien. Desde que esa mujer entró en mi casa, no puedo parar de pensar en ella, en por qué me habrá elegido a mí. 
    Usted cree que el ladrón es una mujer.
    Por supuesto. ¿Por qué no iba a serlo, agente... No, no. No me lo diga. Mmm... Agente Martínez. 
    Correcto.
    Sí... ¿Por qué no iba a ser una mujer? Las mujeres también allanan hogares y roban y asesinan. Puede que en menor medida que los hombres, vale, pero lo hacen. 
    Por supuesto, señor Cardona, pero las huellas halladas en diferentes casas son de una 44. Normalmente las mujeres no llegamos a esa talla. 
    Sí, pero en mi casa no se halló ninguna huella, ¿cierto? Y ¿no podría ser que se tratase de una pareja, donde es evidente que la mujer es más cuidadosa y no deja huellas mientras que el hombre, pobre despistado, sí? 
    Pues no se nos había ocurrido, pero lo tendremos en cuenta. 
 
Junio
 
Un total de veintitrés víctimas en cuatro meses. La insistencia de llamarlas víctimas aunque parezcan encantadas con quien les ha robado, ejem, sí, el corazón. Catorce hombres y nueve mujeres. A su vez, doce de las víctimas insisten en que se trataba de un hombre y las otras once en que se trataba de una mujer. La policía sigue creyendo que el «ladrón» es un varón. Curiosamente, las cuatro veces que se han hallado huellas de zapatos de la talla 44 han sido en casas donde la víctima insistía en que era un hombre. 
    Capitán, sé que la historia de los corazones, la falta de aire y el robo de pensamientos y tristeza no tiene ni pies ni cabeza, pero todas las víctimas están solteras o viudas y no tienen hijos. Esa es la conexión que hay entre ellos. 
    Y ¿qué pretende, agente Martínez, poner agentes custodiando a toda la gente sin pareja y sin hijos de la ciudad.
    No, claro que no. Son demasiadas personas. Puede que haya alguna otra conexión entre ellas, relacionada también con su estado civil. Puede... 
    ¿Puede que se sientan solas y el roba-corazones lo huela como animales en celo y vaya a mostrar sus encantos de hombre invisible? 
 
Junio
 
El capitán lleva cuarenta años en el cuerpo, la mitad de ellos como capitán, y está harto de quejas absurdas y victimismos. También es viudo y no tiene hijos; no obstante, ningún gilipollas invisible ha entrado en su casa a través de una ventana mientras dormía a llevarse todos sus pensamientos superfluos y hacerle sentir que no está solo. 
    Desde hace tres años, su hermana le insiste en que salga a conocer mujeres; no le gusta verlo tan solo. Con el avance tecnológico, ya ni siquiera hace falta que salga de casa, puede hacerlo a través de Internet, le insiste. Él siempre le dice que su trabajo lo absorbe demasiado y que tampoco le interesa. 
    No te estoy pidiendo que vuelvas a casarte, Toni, sólo que te distraigas un poco. 
    Sabe que su hermana sólo quiere lo mejor para él. Y, aunque es cierto que su trabajo lo absorbe, ahora mismo tiene un hueco. Enciende el ordenador. 
 
Junio
 
Suena el teléfono en mitad de la noche. ¿Quién coño es a estas horas? Son más de las dos y los niños duermen. La desconsideración está a la orden del día. Más vale que sea importante.
    Martínez al aparato. 
    Acostumbrado a una voz más autoritaria, el capitán tarda un par de segundos en reconocer la cansada voz de su subordinada. 
    Creo que le debo dos disculpas, agente Martínez. La primera por haberla despertado. Y la segunda porque ya sé cómo contactó el ladrón con todos los solteros de la ciudad. 
 
Junio
 
En estos tiempos que corren, los avances tecnológicos son un alivio para aquellos que sufren una leve ansiedad social.
    No, no estamos hablando de los avances médicos; estamos hablando de las redes sociales y las aplicaciones de chat para dispositivos móviles que permiten entablar conversación con la persona de al lado sin necesidad de mirarla a la cara. (Quién no ha estado en una reunión familiar y no ha visto a sus tíos enviar imágenes al grupo de WhatsApp mientras siguen todos en la mesa tomando el café de después de la comida). 
    Hacemos aquí una breve pausa para recalcar lo de leve ansiedad social. Las personas con fobia social (o Trastorno de la Ansiedad Social) encuentran igual de difícil hablar de manera tradicional que por escrito. Supongo que para ellas sería más útil un avance médico que tantas tonterías dentro del teléfono móvil.
    Pero las redes sociales no sólo sirven para entablar amistad con otras personas mediante el inofensivo envío de vídeos graciosos de gatitos, no; también puedes encontrar a tu media naranja, ya sea en una página específicamente diseñada para ello o en cualquier otra. 
    Así que el ladrón encontró a sus víctimas en una web de citas. 
    La mayoría de la gente que busca desesperadamente alguien con quien compartir sus días y sus noches, sus penas y sus alegrías, sus cenas y sus desayunos, se registra en más de una página de contactos. La policía anota cada una de las que mencionan las melancólicas víctimas y encuentra la web común. El capitán anota discretamente en su agenda todos los nombres de las páginas menos la de esta última. 
 
Junio
 
Los agentes de la ley deciden recurrir al engaño y las triquiñuelas para cazar al ladrón. 
    Capitán, ya hemos creado el perfil falso. Ahora sólo falta esperar a que alguno de los pobres desesperados que contacten con Dolores Pineda sea nuestro hombre. 
    Muy bien, agente García, pero tampoco hace falta menospreciar a aquellas inocentes personas que deciden probar suerte a través de Internet en lugar de hacerlo bebiendo en un bar. 
    El capitán está algo susceptible desde que descubrió las webs de citas. 
    Tiene usted razón, capitán. Lo siento mucho. 
 
Julio
 
Aumenta poco a poco el número de víctimas y las posibilidades de que la próxima elegida sea Dolores Pineda. Pelo corto y castaño. 36 años. Hostelera. Viuda y sin hijos. Le gustan la poesía y la montaña. Alérgica al polen. 
    También aumenta la tensión entre la policía, que finge no saber cómo el hombre invisible contacta con sus víctimas para no revelar que la señorita Pineda es en realidad un grupo de agentes de entre 30 y 50 años, y las víctimas, que se empeñan en pedir que por favor dejen en paz al ladrón por miedo a que, si lo encarcelan, éste les devuelva las ganas de llorar. 
    Yo sí que les voy a devolver las ganas de llorar... ¡a balazos! 
    No creo que sea muy correcto decir eso en voz alta, capitán. 
    ¡Me da igual! ¿Tenemos novedades? 
    Aún no, capitán, pero otros dos hombres se han puesto en contacto con Dolores Pineda. 
    ¿Por qué eso no es una novedad? 
    Muy buena pregunta, capitán. 
    En fin... Avíseme si esos dos sospechosos quieren la dirección de la señorita Pineda. ¿Dónde está la agente Martínez?
    Aquí, capitán. Estaba hablando por teléfono con el doctor Ferrán.
    ¿Quién? 
    Está examinando a la primera víctima y nos pide urgentemente que vayamos. 
    ¿Por qué examina a la víctima?
    Al parecer ella misma ha acudido al hospital y se lo ha pedido, capitán. 
    Está bien. Vayamos. Espero que sea importante. 
 
Julio
 
Mientras la policía vigila el piso franco en el que supuestamente vive la bella y encantadora Dolores Pineda, la mujer de espeso cabello rojo que tuvo la suerte de ser elegida como la primera víctima de robo por parte del apuesto hombre invisible acude al hospital más cercano para ver si así por fin la empiezan a tomar en serio. A ella, y al resto de las víctimas. 
    ¿Dónde está el doctor Ferrán? 
    El capitán está hecho una furia.
    Pero esto no puede ser... 
    El doctor está confuso. 
    Yo ya dije que me habían robado el corazón... 
    La primera víctima insiste. 
    Doctor, ¿se puede saber qué ocurre? 
    La agente Martínez intenta poner un poco de calma. 
    Agentes, esta mujer no tiene pulso