Tampoco recuerdo muy bien cómo fue la conversación porque no la anoté. Con el tiempo una tiende a deformar la realidad de lo vivido, los recuerdos, llegando incluso a olvidar por completo una época. Yo al menos, en lugar de exagerar, minimizo lo que me ha ocurrido, lo que he sentido. De ahí la importancia de los diarios, de volver a ellos cuando no estás segura de estar haciendo memoria; y después me sorprendo al ver el dolor, lo enfadada que estaba, la rabia contenida en esas páginas a líneas.
Desafortunadamente, después de años y años de escribir todos los días, a cada minuto, mis pensamientos, terminé hartándome. No me escondo: siempre he soñado con que después de mi muerte alguien llegaría y publicaría mis diarios en un libro que otro alguien compraría. Soy así de ególatra, creyéndome Alejandra Pizarnik. Pero para eso primero tengo que publicar algo en vida, algo que me convierta en una escritora medianamente conocida aunque sólo sea en mi país, y es taaaan difícil... Así que deduje que no merecía la pena escribir un diario que nadie leería nunca y empecé a hacerlo sólo de cuando en cuando, a veces quizá una sola línea; lo que se traduce en que haya cosas que no pueda explicaros bien porque no tengo manera de recordarlas. Aunque esto no me libre de intentarlo.