lunes, 8 de septiembre de 2025

mártir

Volviendo de Ricote hemos decidido parar para mear y comer algo, así que nos hemos desviado hacia Moixent, si no recuerdo mal el nombre. Una vez en el aparcamiento, ha bajado mi novio a preguntar si podíamos estar con la perra en la terraza del restaurante, que curiosamente se llamaba Bonaire (aunque esto igual sólo le hace gracia a los de mi pueblo). Total, que ha vuelto al coche y me ha dicho que acababa de irse la luz en toda España, Portugal, Francia y quizá algún otro país. Nos hemos quedado sin saber qué decir porque parecía surrealista. Durante el viaje de vuelta nos estaban fallando los datos y perdíamos Internet a cada rato, pero no esperábamos que fuera algo masivo. Hemos hecho bromas con el kit de supervivencia, que por supuesto no lo tenemos hecho a pesar de haberlo dicho medio en broma medio en serio en más de una ocasión. Me acuerdo ahora de que encontré un silbato rosa en la plaza del pueblo y pensé 'mira, para el kit', pero estaba roto y lo tiré al contenedor. El caso es que hemos seguido conduciendo y al llegar a L'Alcúdia hemos visto cola para entrar en Mercadona, así que hemos seguido hasta el Economy Cash, que había menos gente. Ha entrado mi novio mientras yo me quedaba con Mia, que parecía tranquila a pesar de no saber nosotros cómo estábamos. Durante el trayecto Bernat me ha dicho que si pasaba algo al menos habíamos podido disfrutar del viaje. Yo le he dicho que, si pasaba algo, al menos estábamos juntos. Luego me ha cogido de la mano y ha vuelto los ojos a la carretera.

En un segundo puede pasar cualquier cosa.

Cuando salga con la compra del Economy Cash, Bernat me comentará que había un hombre en la cola llevándose siete u ocho garrafas de agua (él llevaba dos). Habrá comprado también pan, algo de fruta y pienso para los gatos, que les quedaba poco el día que nos fuimos. Después conduciremos escuchando la radio, la única emisora que funcione, y gracias al programa caeremos en la cuenta de que vivimos en un quinto y no funcionarán los ascensores. Aparcaremos en zona de motos con los intermitentes encendidos. Sacaremos todo y lo meteremos al patio; las maletas, las mochilas de salir a caminar, la bolsa con los juegos y las cosas de la perra, la bolsa de la ropa sucia, la bolsa con los limones que nos ha regalado el casero, la bolsa con lo que casi se nos queda olvidado en la nevera del apartamento, las dos garrafas de agua, las dos bolsas de la compra en el Economy Cash, la perra. Subiremos todo en varios viajes hasta el quinto piso (la mayoría de los viajes los hará él). No habrá luz ni agua (la bomba no funcionará). Comeremos bocadillos con el fiambre que tenemos guardado para alguna comida familiar y siempre se nos olvida sacar. Nos sentaremos a bebernos unas cervezas y recordaremos de repente que tenemos el coche mal aparcado. Bajará Bernat a aparcar bien mientras yo me quedo pensando en casa.

En un segundo puede pasar cualquier cosa.
 
Bernat me dice que si pasa algo al menos hemos podido disfrutar del viaje. Yo le digo que, si pasara algo, al menos estamos juntos. Luego suelta el volante para cogerme de la mano y aparta, un segundo, los ojos de la carretera. 

jueves, 14 de agosto de 2025

EL DÍA EN QUE ME PREGUNTES DE DÓNDE VINISTE

te diré que las cosas no son fáciles
que no siempre se aprecia el arcoíris
después de una jornada de lluvia
que los pétalos se pegan a la suela
de los zapatos como si fueran chicles
pero no como esos huecos de melón
que ya no sé si venden en los kioscos
 
te diré que las cosas no siempre salen
como una espera, mi amor, sino que
a veces hay mucho que improvisar
mucho que inventar sobre la marcha
aunque en esa pequeña cabecita tuya
ya lo hayas planeado todo te diré que
las cosas no son siempre tan sencillas
 
un día se abrió una flor cuyo nombre
coincidía con el tuyo y el arbusto
que la había dado a luz se marchitó
o quizá lo que ocurrió fue que un pajarito
la arrancó sin consideración con su piquito
de las ramas pero un árbol cuyos brazos
se encontraban desnudos la rescató
 
tal vez no fue una flor sino un huevo
que eclosionó de golpe y de repente
en una cesta de mimbre que en principio
parecía vacía o fue el nido el que cayó
de lo alto del campanario y la cigüeña
que revoloteaba distraída alrededor
crotorando sin cesar no se dio cuenta
 
fuera como fuese allá abajo del todo
con las palmas de las manos yuxtapuestas
formando un cuenco encarado al cielo
justo antes de llegar al rígido suelo
estaba yo y esa flor cuyo nombre
coincidía con el tuyo o ese huevo
huidizo dio de golpe y de repente
 
con su nuevo hogar

domingo, 29 de junio de 2025

GoodReads, una historia

Cuando un día se te sube el ego a la cabeza (en realidad era otra cosa) y te da por subir a GoodReads los "libros" que has escrito y "publicado" (en páginas random aleatorias de Internet) (principalmente issuu) y te asocias los libros a tu cuenta y *pum* ya tienes cuenta de autor en GoodReads. Pero después te da la paranoia (no sé si era esto) y te cambias el nombre (en realidad no recuerdo bien lo que hice) para desvincularte de esos "libros" porque decides que es mejor crearte otra cuenta específica de autora y, vaya, resulta que aunque ya no tengas libros asociados a tu primera cuenta ésta sigue teniendo el iconito de autor de GoodReads. Bueno, no pasa nada, no es un drama, cualquiera que me vea va a decir esta flipada que va de escritora pero no es el fin del mundo y puedo soportarlo.

¡Así pasan muchos meses! (¿Años?) Hasta que un día aparecen casi cuatrocientos (378!!) libros vinculados a tu falsa cuenta de autora y dices tierra, trágame y te pones en contacto con el servicio de atención al cliente y Veronica te responde rapidísimo y tú piensas que todo esto acabará pronto pero pasan muchos meses y el número de libros sube a QUINIENTOS CATORCE y Veronica no cumple su promesa de borrarte del programa de autores. Así que se te ocurre cambiarte el nombre (añadir las iniciales de tus apellidos) por si sirviera de algo; pero, junto a tu perfil, se cambia el nombre de la autora de tooooodos los libros asociados (no ha servido de nada *shocked Pikachu face*). 

Ya no sabes qué hacer y, de casualidad, trasteando desde el ordenador portátil, encuentras un botoncito que dice disvinculate, (oye, ¡a lo mejor es esto!) desde donde puedes seleccionar los libros asociados a tu cuenta y cambiarles el nombre del autor. Entonces, bastante motivada (ya queda menos), vas marcando uno a uno (sí, has leído bien, UNO A UNO) los libros, hasta llegar a un total de cien, y escribes otro nombre de autora (el que tenías, sin los apellidos), y repites el proceso hasta terminar con todos. ¡¿Ya está?! Contenta contigo misma, vuelves a abrir la aplicación y ves que todavía quedan restos. No entiendes nada: ya no tienes más libros de los que desvincularte, pero siguen apareciendo. 

Tras cerrar y abrir la aplicación como cinco veces y ver que siguen ahí, esos treinta y siete libros (en su mayoría, de literatura infantil y visiblemente mala literatura erótica), descubres que no estás como autora sino como ILUSTRADORA. ¡Por eso no te dejaba desvincularte! Pero has hecho otro descubrimiento: te deja editar los metadatos. Así que vuelves a ir uno a uno (ahora son pocos) cambiando ese nombre y escribiéndolo sin los apellidos, tal como estaba antes. Lo has conseguido, ya no tienes libros a tu nombre (gracias por nada, Veronica).
 
 
[Despliega para ver capturas de pantalla]
 

domingo, 22 de junio de 2025

(2)

mi vientre se vuelve un nido
y tú te acurrucas sobre él

me transmites tu calor

no quiero hacer otra cosa
que estar contigo

sábado, 14 de junio de 2025

Y QUÉ HAY DE LO APRENDIDO

A Elena
 
Ahora sé que las fobias son hereditarias
Ana Castro - El cuadro del dolor
 
 
qué me dices de todas esas cosas
que observas con tus ojos
como platos
lo que absorbe tu cerebro
a través de tus oídos
lo que no viene recogido
 
en tu ADN
 
qué hay de todo aquello que no se duplica
como una autoafirmación de lo bien hecho
o una copia de seguridad         de célula
        a célula
lo que no atraviesa tu sistema nervioso
como un haz de luz                 de espejo a espejo
ni viaja a la deriva por tu mar rojo
sino que penetra en tu piel
 
        a través de lo que comes
        a través de lo que tocas
        a través de lo aprendido
 
me verás llorar y llorarás
tú también
me verás callar y callarás
tú también
me verás temblar y no sabrás
por qué tenemos miedo
 
por qué esa forma tan astuta de comer que tienes
una simple magdalena o la manera de darle vueltas
al cola cao en la leche en el sentido contrario
a las agujas del reloj o esa forma tan patética
de esconderte en las escaleras y evitar a tus vecinos
antes siquiera de compartir con ellos el ascensor
 
me verás llorar y llorarás
tú también
me verás callar y callarás
tú también
me verás temblar y no sabrás
por qué tenemos tanto miedo
 
por qué hay una pared de cristal
que te impide atravesar el umbral
de la puerta del cuarto de baño
cuando tus padres hablan sobre ti
en la habitación de al lado
 
por qué ya no recuerdas la combinación
del candado que pusiste en tu boca
aquel día en que sin querer hablaste demasiado
justo cuando por fin crees que has encontrado
una persona en la que confiar
 
me verás llorar y llorarás
tú también
me verás gritar y gritarás
tú también 
me verás huir y no sabrás
dónde me he metido
 
de dónde nace esa urgencia
de pensarme soltando tu mano
al otro lado del balcón
de donde la manía de creerme dormida
profunda y eternamente dormida
        bajo el sudario
o esa necesidad de cruzar a la otra acera
sin comprobar primero si vienen coches
por la carretera
 
qué hay de todos esos pequeños gestos
que repites sin saber lo que significan
esas muecas vacías cuyo significado
acabarás aprendiendo sin remedio
dentro de unos cuantos años
 
las ideas que se aferran como dientes
bien firmes a tus encías las ideas
que repites sin saber por qué
tu madre que tanto te quería
te ha enseñado a percibir
 
este dolor
 

viernes, 6 de junio de 2025

La carta que no envié

a Marta
 
Hola, soy yo: Sara.

Perdona por el ghosting que te estoy haciendo; hace ya tiempo que quería escribirte, pero no sabía cómo. Lo que sí sé es que mereces una explicación, así que intentaré dártela lo mejor que pueda.

Te hice caso y volví a tomarme el anafranil bajando un poco la dosis. Tengo una alarma en el móvil para que no se me olvide. La idea es tomar esta dosis reducida hasta que descubra que está haciendo efecto y entonces seguir reduciendo hasta hacerla desaparecer.

Pero ahora mismo no puedo ir a las sesiones. No veo la hora que me venga bien porque siempre tengo algo que hacer y, como el único que sabe que voy al psicólogo es mi novio, no puedo poner esa excusa para irme antes, o para llegar más tarde, o para no acudir. Es patético, lo sé, pero es que yo me siento patética.

De verdad creo que puedes ayudarme. A pesar incluso de tu método, de que a mí no me gusta hablar del pasado tanto como a ti, creo que puedes mejorar mi vida considerablemente: hacerme soltar lastre, hacerme admitir mis miedos, hacerme ser y sentir libre.

Espero que te vaya bien en esa nueva consulta y espero que dentro de un tiempo, preferiblemente ya viviendo definitivamente en Carlet, preferiblemente dentro de no mucho, puedas y quieras ser mi psicóloga por tercera y espero que última vez.

Besos,
Sara