domingo, 29 de junio de 2025

GoodReads, una historia

Cuando un día se te sube el ego a la cabeza (en realidad era otra cosa) y te da por subir a GoodReads los "libros" que has escrito y "publicado" (en páginas random aleatorias de Internet) (principalmente issuu) y te asocias los libros a tu cuenta y *pum* ya tienes cuenta de autor en GoodReads. Pero después te da la paranoia (no sé si era esto) y te cambias el nombre (en realidad no recuerdo bien lo que hice) para desvincularte de esos "libros" porque decides que es mejor crearte otra cuenta específica de autora y, vaya, resulta que aunque ya no tengas libros asociados a tu primera cuenta ésta sigue teniendo el iconito de autor de GoodReads. Bueno, no pasa nada, no es un drama, cualquiera que me vea va a decir esta flipada que va de escritora pero no es el fin del mundo y puedo soportarlo.

¡Así pasan muchos meses! (¿Años?) Hasta que un día aparecen casi cuatrocientos (378!!) libros vinculados a tu falsa cuenta de autora y dices tierra, trágame y te pones en contacto con el servicio de atención al cliente y Veronica te responde rapidísimo y tú piensas que todo esto acabará pronto pero pasan muchos meses y el número de libros sube a QUINIENTOS CATORCE y Veronica no cumple su promesa de borrarte del programa de autores. Así que se te ocurre cambiarte el nombre (añadir las iniciales de tus apellidos) por si sirviera de algo; pero, junto a tu perfil, se cambia el nombre de la autora de tooooodos los libros asociados (no ha servido de nada *shocked Pikachu face*). 

Ya no sabes qué hacer y, de casualidad, trasteando desde el ordenador portátil, encuentras un botoncito que dice disvinculate, (oye, ¡a lo mejor es esto!) desde donde puedes seleccionar los libros asociados a tu cuenta y cambiarles el nombre del autor. Entonces, bastante motivada (ya queda menos), vas marcando uno a uno (sí, has leído bien, UNO A UNO) los libros, hasta llegar a un total de cien, y escribes otro nombre de autora (el que tenías, sin los apellidos), y repites el proceso hasta terminar con todos. ¡¿Ya está?! Contenta contigo misma, vuelves a abrir la aplicación y ves que todavía quedan restos. No entiendes nada: ya no tienes más libros de los que desvincularte, pero siguen apareciendo. 

Tras cerrar y abrir la aplicación como cinco veces y ver que siguen ahí, esos treinta y siete libros (en su mayoría, de literatura infantil y visiblemente mala literatura erótica), descubres que no estás como autora sino como ILUSTRADORA. ¡Por eso no te dejaba desvincularte! Pero has hecho otro descubrimiento: te deja editar los metadatos. Así que vuelves a ir uno a uno (ahora son pocos) cambiando ese nombre y escribiéndolo sin los apellidos, tal como estaba antes. Lo has conseguido, ya no tienes libros a tu nombre (gracias por nada, Veronica).
 
 
[Despliega para ver capturas de pantalla]
 

domingo, 22 de junio de 2025

(2)

mi vientre se vuelve un nido
y tú te acurrucas sobre él

me transmites tu calor

no quiero hacer otra cosa
que estar contigo

sábado, 14 de junio de 2025

Y QUÉ HAY DE LO APRENDIDO

A Elena
 
Ahora sé que las fobias son hereditarias
Ana Castro - El cuadro del dolor
 
 
qué me dices de todas esas cosas
que observas con tus ojos
como platos
lo que absorbe tu cerebro
a través de tus oídos
lo que no viene recogido
 
en tu ADN
 
qué hay de todo aquello que no se duplica
como una autoafirmación de lo bien hecho
o una copia de seguridad         de célula
        a célula
lo que no atraviesa tu sistema nervioso
como un haz de luz                 de espejo a espejo
ni viaja a la deriva por tu mar rojo
sino que penetra en tu piel
 
        a través de lo que comes
        a través de lo que tocas
        a través de lo aprendido
 
me verás llorar y llorarás
tú también
me verás callar y callarás
tú también
me verás temblar y no sabrás
por qué tenemos miedo
 
por qué esa forma tan astuta de comer que tienes
una simple magdalena o la manera de darle vueltas
al cola cao en la leche en el sentido contrario
a las agujas del reloj o esa forma tan patética
de esconderte en las escaleras y evitar a tus vecinos
antes siquiera de compartir con ellos el ascensor
 
me verás llorar y llorarás
tú también
me verás callar y callarás
tú también
me verás temblar y no sabrás
por qué tenemos tanto miedo
 
por qué hay una pared de cristal
que te impide atravesar el umbral
de la puerta del cuarto de baño
cuando tus padres hablan sobre ti
en la habitación de al lado
 
por qué ya no recuerdas la combinación
del candado que pusiste en tu boca
aquel día en que sin querer hablaste demasiado
justo cuando por fin crees que has encontrado
una persona en la que confiar
 
me verás llorar y llorarás
tú también
me verás gritar y gritarás
tú también 
me verás huir y no sabrás
dónde me he metido
 
de dónde nace esa urgencia
de pensarme soltando tu mano
al otro lado del balcón
de donde la manía de creerme dormida
profunda y eternamente dormida
        bajo el sudario
o esa necesidad de cruzar a la otra acera
sin comprobar primero si vienen coches
por la carretera
 
qué hay de todos esos pequeños gestos
que repites sin saber lo que significan
esas muecas vacías cuyo significado
acabarás aprendiendo sin remedio
dentro de unos cuantos años
 
las ideas que se aferran como dientes
bien firmes a tus encías las ideas
que repites sin saber por qué
tu madre que tanto te quería
te ha enseñado a percibir
 
este dolor
 

viernes, 6 de junio de 2025

La carta que no envié

a Marta
 
Hola, soy yo: Sara.

Perdona por el ghosting que te estoy haciendo; hace ya tiempo que quería escribirte, pero no sabía cómo. Lo que sí sé es que mereces una explicación, así que intentaré dártela lo mejor que pueda.

Te hice caso y volví a tomarme el anafranil bajando un poco la dosis. Tengo una alarma en el móvil para que no se me olvide. La idea es tomar esta dosis reducida hasta que descubra que está haciendo efecto y entonces seguir reduciendo hasta hacerla desaparecer.

Pero ahora mismo no puedo ir a las sesiones. No veo la hora que me venga bien porque siempre tengo algo que hacer y, como el único que sabe que voy al psicólogo es mi novio, no puedo poner esa excusa para irme antes, o para llegar más tarde, o para no acudir. Es patético, lo sé, pero es que yo me siento patética.

De verdad creo que puedes ayudarme. A pesar incluso de tu método, de que a mí no me gusta hablar del pasado tanto como a ti, creo que puedes mejorar mi vida considerablemente: hacerme soltar lastre, hacerme admitir mis miedos, hacerme ser y sentir libre.

Espero que te vaya bien en esa nueva consulta y espero que dentro de un tiempo, preferiblemente ya viviendo definitivamente en Carlet, preferiblemente dentro de no mucho, puedas y quieras ser mi psicóloga por tercera y espero que última vez.

Besos,
Sara