Después de tantas experiencias con la gente es evidente que la que funciona mal soy yo
Hay cosas que no están hechas para ti. La música, los bares de moda, los hombres a los que acabas de conocer. Los hombres a los que conoces de toda la vida.
La vida en solitario es aburrida y da miedo. Ir sola a la playa sólo tiene gracia las dos primeras veces.
Ellos nunca entenderán que no puedas cruzar el umbral. La puerta está abierta y tú no entras. La puerta está abierta y tú, paralizada.
Hay una leyenda que dice que los vampiros no pueden entrar en una casa si no son invitados. Yo creo que es una tontería. Pero tú no puedes entrar en una casa si no eres invitada.
Escribes.
Escribes porque es la única manera que tienes de no ahogarte. Esta página en blanco es tu bote salvavidas. Este bolígrafo azul es el remo.
Escribes.
Escribes porque no conoces otra forma de matar el tiempo y conservar intacto su cadáver.
Escribes.
O lo intentas. Pues nada de lo que Virginia Woolf dijo que hacía falta posees.
«Tengo que curarme esta parálisis tan destructiva»
Así que tú repites esa frase en tu diario
—con tus propias palabras—
para que las generaciones venideras la lean
Tal vez lo único que necesitas es respirar aire fresco. Enfundarte en un vestido de flores que te costó diez euros en H&M y salir a que te golpee el viento, que te levante la falda y se te vean las bragas grises de Wonder Woman, que parezca que estás segura de lo que haces.
Tal vez lo único que necesitas en notar el sol en la cara, sentir el calor en tu piel, tostarte como el pan en el que untas la mermelada. Sentirte viva.
(Nadie dijo que fueras un vampiro).
Y cuando por fin logras poner en marcha el mecanismo de tu cuerpo, los engranajes que permiten a tus piernas caminar, te das cuenta de que no vale la pena.
Porque de todas formas seguirás siendo esa criatura asustada que desea salir corriendo de allí.
Porque en realidad nadie nota la diferencia entre cuando estás y cuando no.
Porque hay cosas que no están hechas para ti.
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